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lunes, 3 de mayo de 2010

Leer y escribir

Razones para leer y escribir




Jairo Restrepo Galeano



El taller que aquí trata tiene que ver con el lenguaje, al manejo y uso del lenguaje desde la perspectiva escrita (práctica del conocimiento) como desde la perspectiva oral (concretada en la lectura).
El lenguaje es interacción social, no se puede concebir esta interacción social sin el lenguaje. El lenguaje es comunicación, comunicar es interactuar con uno mismo, con el otro, con la realidad, con el medio, y esto sólo es posible mediante la utilización de diversos tipos de códigos: la mirada, el gesto, lo kinésico, lo proxémico, lo icónico... las palabras. Gracias al lenguaje el hombre abstrae los objetos de la realidad para simbolizarlos o representarlos en su mente. Sin el lenguaje sería imposible aprehender la realidad, difícilmente podríamos elaborar conceptos, asociarlos y representarlos mediante estructuras mentales. El lenguaje, además de posibilitar la percepción y la conceptualización de la realidad concreta y visible a través de los sentidos, y aquella que elabora en virtud de su capacidad mental, nos permite adentrarnos en el mundo de la imaginación, de los sueños, de la fantasía y de las elaboraciones de la ciencia.
Formamos una cultura lingüística y esta cultura estructura nuestra comunidad, nuestra sociedad, igualmente significa o da sentido a nuestra historia, al tiempo que forma parte de nuestra identidad, entendida esta como lo que nos representa frente a otros grupos, a otras comunidades, a otras sociedades, todo lo que hace nuestras costumbres, nuestros usos, nuestras conductas, nuestras instituciones, nuestras pautas de comportamiento, etc.
No hay duda, hay una estrecha relación entre lengua, cultura, identidad personal y social, donde la identidad se reconoce en el sentido de pertenencia a un grupo con el cual se tiene lazos objetivos y simbólicos, entre ellos la lengua, que constituye uno de los más poderosos pegamentos para la cohesión social.
El lenguaje es un quehacer privilegiado de comunicación, posibilita intercambio e interacción social, con este nombramos las conductas propias y ajenas, le damos sentido a nuestra cotidianidad, hacemos posible la mirada atenta frente a las cosas en nuestra necesidad de entender, interpretar, comprender y ser igualmente visto y comprendido en nuestras prácticas cotidianas.
A través de esta dimensión representativa y simbólica, el lenguaje nos permite configurar mentalmente el mundo que nos rodea, los contenidos y las categorías, las relaciones y la estructuración de los mensajes orales y escritos. De este modo el lenguaje hace posible la planificación de nuestras acciones, la organización de nuestras ideas, el análisis de nuestros propios procesos de pensamiento, el registro, la fijación y la memoria de nuestros pensamientos. Por medio del lenguaje nos apropiamos de las imágenes del mundo, de los saberes socialmente convalidados e históricamente acumulados.
Ahora bien, como hay una estrecha, muy estrecha relación entre pensamiento y lenguaje, tanta que no es dado pensar el uno sin el otro, comprender un texto (lectura) como producir un discurso (escritura) es enseñar a pensar y a actuar en sociedad. Así, no podemos pensar, no podemos producir conocimiento, si no sabemos manejar adecuadamente las herramientas que nos proporciona la comunicación lingüística. Saber pensar es saber utilizar el lenguaje, y saber utilizar el lenguaje es ubicar al hombre en el mundo con una clara conciencia de sus relaciones con los entornos sociales, culturales, económicos, políticos, religiosos, etc. ¿Cómo puedo yo comprender al otro si no manejo adecuadamente el lenguaje?, ¿cómo puedo darme a comprender, si carezco de los recursos que el lenguaje me proporciona?
Se da una estrecha relación entre el dominio de la palabra, la solvencia que se dé en el manejo de esta y el ejercicio de nuestra participación comunitaria, ciudadana: es claro que todos hablamos una lengua, estamos inmersos en una sociedad hablante, sin embargo no todos tenemos el mismo grado de dominio, de competencia de las estructuras y las estrategias de comunicación según las distintas situaciones y con los distintos interlocutores; estas diferencias en el dominio lingüístico (competencia comunicativa, como uso estratégico del lenguaje) frecuentemente se relaciona con las necesidades de participación social y cultural que la misma sociedad impone según sus políticas, políticas que pueden desembocar en la figura del analfabeto en esta sociedad letrada, como se supone es la nuestra. Un individuo que no es dueño de su palabra, se constituye en un extremo de marginación social. Es decir, en la medida en que no se sabe hacer uso del lenguaje, menos libertad para decidir según nuestros recursos, menos independientes para tomar decisiones, menos participativos en las políticas que la sociedad plantea.
De modo que, de lo que se trata en este taller, es brindar igualdad de posibilidades en el dominio lingüístico y comunicativo, que nos permita acceder a la información, a expresar y defender nuestros propios puntos de vista, construir visiones del mundo compartidas o alternativas al tiempo que participamos en los procesos de circulación y producción de conocimiento.
No está de más decir que esto constituye un derecho humano inalienable, intransferible. Todos tenemos derecho a adquirir un dominio instrumental de los saberes considerados socialmente significativos, entre los que se destaca la comunicación verbal y escrita; es decir, seleccionar y utilizar, en diferentes contextos, lenguajes, símbolos, códigos verbales, no verbales como base de la organización lógica de nuestras ideas y de nuestra expresión de sentimientos.
El lenguaje también permite la expresión de nuestros afectos. Nuestros deseos, nuestros sueños; permite, en últimas, reflexionar sobre nuestra propia identidad. A través del uso poético y científico del lenguaje se crean mundos alternativos, se ahonda en los eventos, las situaciones, accedemos a mecanismos que nos posibilitan una mayor riqueza en el uso de la lengua en tanto que se potencia la capacidad de nuestra expresión y comprensión.
Nos corresponde, pues, en este taller, desarrollar y perfeccionar el lenguaje oral y consolidar el lenguaje escrito, como medios de accesos a la elaboración de saberes y conocimientos formalizados.
El desarrollo y expansión de la informática (telemática, computadores, Internet) en distintos órdenes de la vida exige de nosotros dominio de la lengua escrita (comprensión y manifestación de la misma) para no quedar marginados del acceso a la información y del mundo laboral, por lo mismo requerimos de mayor velocidad lectora, capacidad en la escritura y especialmente criterios para seleccionar esta misma información. Es tal el tamaño de la información que se hace necesario seleccionar, como ser capaz de transmitir ideas claras y concisas.
En este sentido, el lenguaje está estrechamente relacionado con las competencias relativas al conocimiento científico, para lo cual debemos de disponer de esquemas de conocimiento que nos permitan ampliar nuestra experiencia y nuestros saberes.
Aprender el lenguaje es aprender el uso personal y social, la manipulación, creación y recreación lingüística por nuestra parte, o por los usuarios de un sistema, cuyos fundamentos y principios necesitamos conocer sólidamente.
Veámoslo ahora desde los dos elementos que componen este taller: la lectura y la escritura. Es decir desde la particularidad de la escritura y de la lectura.
Lectura y escritura son dos prácticas complementarias, ya lo hemos dicho, íntimamente relacionadas, con lo que quiero decir que los dos coexisten, sin que sea una primera y luego la otra. No es la una o la otra, sino una y la otra. La no existencia de una invalida la otra.
Estas dos actividades nos permiten expandir nuestro ámbito de proyección, pues amplía nuestro circuito de comunicación inmediata. Constituyen, por tanto, componentes fundamentales de nuestro desarrollo personal y social. Son puertas de acceso a expresión de saberes y conocimientos formalizados, como también a expresión de sentimientos, emociones y deseo en forma perdurable.
Con la lectura y la escritura maduramos; no sólo creamos, sino que imaginamos, personalizamos el conocimiento, igual que satisfacemos nuestras necesidades de autoafirmación. Así, con ello asumimos un comportamiento, una conducta, un modo de proceder y de ubicarnos en el mundo.
La importancia de estas dos formas de ser en el lenguaje transciende, incluso, el ámbito familiar. Es uno de los pilares de nuestra socialización. Un modo de desenvolvernos en la vida. ¿Qué niveles de competencia podemos desarrollar si carecemos de los recursos de la lectura y de la escritura, en una sociedad basada en la información, en el conocimiento?
Lectura como escritura son habilidades adquiridas, no innatas, por tanto se requiere siempre de recursos de aprendizaje. En la escuela, en los colegios, nos han “enseñado a leer y escribir”, pero estas actividades se han reducido a técnicas de lectura y escritura, a reglas más que a prácticas, más a teorías que a hechos de la vida. Un elemento esencial, como es el lenguaje, debe ser aprendido y comprendido desde la práctica misma más que de juegos verbales teóricos. Es decir, que de lo que se trata es de asumir la lectura y la escritura, con voluntad y conducta, para llegar a ser lectores y escritores inteligentes, voluntariosos, habituados al lenguaje, a la crítica y a la autonomía.
Uno de los males que afecta nuestra capacidad de lectura y escritura es el llamado “analfabetismo funcional”, extendido ya en la población adulta, profesional, de manera alarmante. La pérdida de estas habilidades supone la mutilación de dos de nuestros miembros fundamentales en nuestra comunicación. La pérdida o el no sentido de estas capacidades implican degenerar fácilmente en limitación de nuestra voluntad. Quiero, deseo, pero no puedo, no alcanzo, entonces deviene el conformismo. Nuestra dependencia del entorno será mayor, con lo que nos vamos convirtiendo en marionetas a disposición de cuantos quieran manipular nuestros hilos; y nuestra sociedad cuenta con no muy aconsejables aspirantes a esta manipulación, que no aporta nada bueno a tal indefensión.

La lectura

En este taller perseguimos rescatar la función social de la lectura, desarrollar las operaciones mentales que la comprensión lectora exige. Ser lector o lectora competente implica responder activamente a partir de un determinado propósito a la exigencia que cada texto plantea, reconocer y atribuir coherencia a un texto, detectar procedimientos de conexión y de adecuación a un contexto comunicativo específico.
Debemos experimentar situaciones reales de comunicación, la necesidad de la lectura y la existencia de diferentes propósitos lectores: leer para informarnos, para recrearnos, para buscar datos, para ampliar la esfera de conocimiento, etc. El reconocimiento de las diferentes estructuras textuales como la narrativa, la descriptiva, la expositiva, la instructiva y la argumentativa; los formatos o siluetas textuales como cartas, formularios, informes, entre otros, y la integración del texto con elementos no verbales contribuyen a la comprensión de lo que leemos. Esto supone no sólo una lectura literal, sino también un proceso de inferencia (sacar conclusiones, deducir una cosa de otra), valoración y crítica que configuran el desarrolla de estrategias de comprensión de lo que se lee.

La escritura

Así como el taller intenta que se den buenos lectores, también quiere buenos escritores de textos.
La sociedad demanda un dominio de la lengua escrita que habilite para elaborar una multiplicidad de mensajes, en una gran variedad de discursos, insertos en distintos contextos sociales y destinados a una diversidad de públicos lectores; por esto, el aprendizaje de la escritura y su práctica continuada en una variedad de formatos discursivos de uso social, es nuestra tarea central.
Así que se trata de rescatar la función social de la escritura y de desarrollar las operaciones mentales que la producción de un texto significativo demanda.
Escribir constituye un proceso complejo comunicativo: por un lado tiene en cuenta la circulación social de los discursos en un ámbito cultural (saber para quién se escribe); por el otro está lo cognitivo, que implica la representación mental de los contenidos y estructuras de los mensajes; ambos procesos exigen la apropiación del código gráfico y del sistema lingüístico.
El acto mismo de la escritura, el enfrentamiento con esta soledad de la producción de conocimiento, demanda constante revisión del texto, reflexión sobre la información pertinente para hacerlo comprensible, la mirada atenta en la organización de las ideas, los procedimientos de cohesión utilizados, la ortografía, la puntuación y la adecuación al registros atendiendo a la situación comunicativa, es lo que perseguimos en últimas. Y ello no se logra sino con la práctica continuada y juiciosa.

Pero además de las razones aducidas más arriba de por qué leer, por qué escribir, podemos agregar las siguientes:
1.- Nuestra autonomía se vuelve proporcional al grado de independencia alcanzado. Si tengo autonomía para pensar, más independiente soy. La autonomía y la independencia nos permite desenvolvernos con seguridad, participamos más intensamente de la vida social de nuestro entorno.
2.- Nos sabemos o nos encontramos más en el terreno de la creatividad que nos permite expresar toda nuestra potencialidad a través del lenguaje, al tiempo que ampliamos nuestro horizonte de conocimiento.
3.- Adquirimos una personalidad crítica, por lo mismo diferenciada de la de nuestros semejantes. Nuestro sello propio.

He aquí las razones, razones que nos dan la posibilidad de salir de la oscuridad de nuestra ignorancia a la luz de las racionalidades que nos ayudan a saber de nuestra libertad en un mundo donde la comunicación se torna cada vez más compleja. No hacerlo es impedir el desarrollo de nuestra sociedad, no hacerlo es limitar la voz de nuestra nación en el contexto de las otras naciones.

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