en Dora Fried Schniman, Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad. Buenos Aires: Paidós, 1995, pp. 67-89.
Enero 28 de 2008
Enero 28 de 2008
Jairo Restrepo Galeano
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I. Lo controversial del sujeto. Evidente y no evidente. Evidente porque en todas las lenguas existe una primera persona del singular; evidente por la reflexión de Descartes: no puedo dudar de que dudo, por tanto pienso; soy yo quien piensa. No evidente cuando me pregunto ¿dónde se encuentra ese sujeto?, ¿qué es?, ¿en qué se basa?, ¿es una experiencia ilusoria o bien una realidad fundamental?
Ahora, si se considera desde la ciencia, sólo se observan determinismos físicos, biológicos, sociológicos o culturales, en este caso sujeto tiende a disolverse. Desde el siglo XVII, en nuestra cultura occidental, el sujeto ha venido sufriendo una extraña disyunción. En lo cotidiano percibimos sujetos, nos sentimos sujetos y vemos sujetos. Sin embargo, desde la particularidad de la ciencia, con sus determinismos, el sujeto se disuelve, desaparece.
Descartes vio dos mundos: el mundo de los objetos (ciencia, tecnología, la matemática) y el mundo de los sujetos que es intuitivo, reflexivo (alma, espíritu, sensibilidad, filosofía, literatura). Desde entonces vivimos en una oposición: Por un lado la ciencia, por el otro lado la noción de sujeto de Descartes con su famoso Cogito, aquí el sujeto se vuelve fundante de la verdad ahora y posible, en este sentido, desde la perspectiva de Kant, encontramos la noción trascendental de del ego.
En la ciencia clásica la subjetividad aparece como contingente, fuente de error, de este modo la ciencia clásica excluyó al observador de su observación.
En el siglo XX, el sujeto se excluyó de las ciencias sociales: se ha expulsado al sujeto de la sicología y se lo ha reemplazado por estímulos, respuestas, comportamientos; se lo ha expulsado de la historia donde se han eliminado las decisiones, las personalidades para sólo ver determinismos; se lo ha expulsado de la antropología, para ver sólo estructuras. No obstante ha habido algunos retornos del sujeto, por ejemplo, Foucault, Barthes: el retorno del eros y de la literatura. Sin embargo, desde la filosofía el sujeto se encuentra nuevamente problematizado.
¿Quién es el sujeto? ¿Acaso un epifenómeno, una ilusión? Morin cree fundamentar científicamente y no metafísicamente al sujeto, proponiendo una definición que llama "biológica", no en el sentido de las disciplinas biológicas actuales. Más bien bio-lógica que corresponde a la lógica misma del ser vivo, pensando primero en la autonomía.
Autonomía que no se relaciona con la antigua noción de libertad (inmaterial y desligada de las constricciones y contingencias físicas), por el contrario, está unida a la dependencia, dependencia inseparable de la noción de auto-organización (auto-organización que significa autonomía; el sistema debe trabajar para construir y reconstruir su autonomía, al tiempo dilapida energía. Se es autónomo pero al mismo tiempo dependiente del mundo externo, dependencia no sólo energética sino también informativa; el ser vivo extrae información del mundo exterior a fin de organizar su comportamiento.
El autor crea un término que enlaza todas las relaciones vistas en el aparte anterior: auto-eco-organización. Dependemos del medio ambiente ya sea en lo biológico, en lo neurológico, en lo sociológico o en lo cultural. A diferencia de las máquinas no humanas, las máquinas humanas tienen la capacidad de autorrepararse y autorregenerarse sin cesar, "según un proceso que llamo de organización recursiva, es decir, una organización en la que los efectos y los productos son necesarios por su propia causación y su propia producción, una organización en forma de bucle"
II. Segunda noción, la de individuo. Hay una relación entre especie e individuo; la especie era considerada como un patrón, un modelo general, de la cual salían ejemplares particulares, individuos. La otra consideración es que no se ven especies, sino individuos. A veces prevalece una, a veces la otra. Para resolver esta cuestión recurre a la paradoja de la microfísica.
Niels Bohr detectó en la física cuántica la contradicción entre el corpúsculo y onda. "La misma partícula podía aparecer, según las condiciones de la observación, tanto como un corpúsculo, es decir como un cuerpo material, discreto, particular, limitado o como una onda, es decir, algo inmaterial y continuo"; uno de los dos se impone según la observación. Bohr entendió que había complementariedad entre esas dos nociones que no obstante se excluyen lógicamente entre sí. Para Morín, del mismo modo hay complementariedad entre especie e individuo. Para Morín "El individuo es evidentemente un producto; es el producto, como ocurre con todos los seres sexuados, del encuentro entre un espermatozoide y un óvulo, es decir, de un proceso de reproducción”. Se es producto y productor. La sociedad es el producto de las interacciones entre individuos, tal interacción, a su vez, crea una organización que tiene cualidades propias, en particular el lenguaje y la cultura, cualidades que retroactúan sobre el individuo. "[S]ignifica que los individuos producen la sociedad, la que produce a los individuos''. De este modo comprender la autonomía del individuo nos lleva a verla como relativa y compleja.
III. La noción de sujeto. Al llegar a la noción de individuo-sujeto, se debe tener claro que implica autonomía y dependencia. Para el autor comprender tal aserto quiere tener claro primero qué es fundamentalmente una organización viva.
El biólogo molecular ha olvidado por completo el problema de la auto-eco-organización del ser vivo. Los organismos vivos son máquinas y computadoras indisociadas, no están separadas, son lo mismo. "Tenemos un ser, un ser máquina que es un ser “computante”, es decir, un ser que se ocupa de signos, de índices, de datos: algo que podemos llamar "información". Signos, datos, índices con los cuales trata el mundo interno como el externo”. Los organismos vivos computan por su propia cuenta, es decir, están animados por la autofinalidad; se hacen ellos mismos para sí mismos. Cómputo necesario para la existencia del ser y del sujeto. Un ser, si deja de computar, muere. Pero ¿qué significa entonces 'computo para mí mismo'? ''Significa: me pongo en el centro del mundo, en el centro de mi mundo, del mundo que conozco, para tratarlo, para considerarlo, para realizar todas las acciones de salvaguarda, de protección, de defensa, etcétera. Aquí es donde aparece el sujeto en el computo y con el egocentrismo, donde la noción de sujeto está indisolublemente unida a ese acto en el que no sólo se es la propia finalidad de sí mismo, sino que también se es autoconstitutivo de la propia identidad".
IV. A continuación el autor trata el principio de identidad, necesario para el funcionamiento de la computación; es un principio de diferencia y de equivalencia, sin el cual no habrá cómputo. El yo, yo como el acto de ocupación del sitio egocéntrico. El yo que habla y ocupa un sitio. "'Yo soy mí mismo' quiero decir entonces que el 'mí' no es exactamente el yo, porque en la operación en que el mí se forma ese mí aparece como diferente, está objetivado, mientras que el yo es el puro surgimiento del sujeto. Es un acto que plantea la diferencia entre el yo y el mí, y asimismo su identidad lo que permite que el computo pueda tratar objetivamente al ser sujeto. El mí es la objetivación del individuo sujeto, "remite al sí, que es la entidad corporal. En el sí están incluido el yo y el mí", términos que son a la vez idénticos y diferentes: yo, mí, sí mismo.
Hay pues un principio de identidad que incluye un tratamiento objetivo pero con finalidad subjetiva, lo cual permite la autorreferencia: "puedo tratarme a mí mismo, referirme a mí mismo, porque necesito un mínimo de objetivación de mí mismo a la vez que permanezco como yo-sujeto. Estamos en el dominio de la autorreferencia que implica auto-exo-referencia, "es decir que para referirse a sí mismo hay que referirse al mundo externo", que es constitutivo de la identidad subjetiva. De modo que estamos en el dominio de sí mismo, la mismidad y el no-sí, mí/no-mí, entre el yo y los otros yo.
Fuera del anterior principio de identidad hay otro que mantiene la invarianza del yo sujeto, es decir, lo que permanece. Soy una serie de variaciones en el ser, aunque permanezca, es ese sitio central del yo que se mantiene permanente a través de todas las modificaciones y que establece la continuidad de la identidad. Segundo principio que Morin establece como la unidad en la varianza: la permanencia.
V. Pero Morin aún no ha llegado a la noción de sujeto humano. Asociados a la noción de sujeto hay dos principios: el principio de exclusión y el de inclusión.
El principio de exclusión. Yo digo yo, nadie puede decirlo por mí, un yo corriente, más sin embargo único. Principio de exclusión que es inseparable del principio de inclusión, y que hace que podamos integrar en nuestra subjetividad a otros diferentes de nosotros, a otros sujetos. Tiene que ver, entonces, con el lugar que nos corresponde en la sociedad, el grupo, el territorio del cual hacemos parte, a la vez a lo cual no pertenecemos. Es decir el nosotros y los otros.
Igualmente Morin ve un tercer principio que es necesario agregar: "el de intercomunicación con nuestros semejantes, el congénere, y que de algún modo deriva del principio de inclusión. Tenemos mucha comunicabilidad y a la vez incomunicabilidad, que complejiza el problema de la comunicación.
VI. Ahora el autor cree, dado lo anterior, poder definir el sujeto. Tiene claro que al hacerlo, debe tener en cuenta el entrelazamiento de los múltiples componentes, vistos atrás, pero al tiempo debe tener en cuenta que el sujeto, el individuo, está inmerso en universo donde existen el azar, la incertidumbre, el peligro y la muerte, donde el sujeto tiene inevitablemente un carácter existencial. Sin embargo hay algo más, en primer lugar, nuestro aparato neurocerebral gobernando a la vez el conocimiento y el comportamiento, enlazados ambos. Tenemos un sujeto cerebral que es sujeto en el acto mismo de la percepción, de la representación de la decisión, del comportamiento en lo cual se incluye la afectividad, pues todo parece estar ligado a la emoción, a los sentimientos en lo que respecta al ser humano, y que se refiere siempre a algo que tiene un aspecto contingente y arbitrario; actividad que no contraría ni inhibe el desarrollo de la inteligencia. Inteligencia y afectividad están unidos estrechamente, el uno al otro. Es una característica del sujeto, es algo permanente.
Hay un segundo aspecto, propio del sujeto humano, y está ligado al lenguaje y a la cultura. "El individuo-sujeto puede tomar conciencia de sí mismo a través del instrumento de objetivación dado por el lenguaje. Vemos aparecer la conciencia de ser consciente y la conciencia de sí en forma claramente inseparable de la autorreferencia y de la reflexividad. Es una conciencia donde nos objetivamos nosotros mismos para resubjetivarnos en un bucle sucesivo incesante. Somos, como seres humanos, un componente de alter ego y ego alter. Manifiesto en el sueño, en la muerte. "Esta experiencia del doble es la forma arcaica de la experiencia del sujeto que se objetiva. Hasta que logramos interiorizar ese doble y llamarlo "alma", "mente", espíritu"".
Una noción más para entender la cuestión del sujeto, la libertad, la libertad como posibilidad de elección entre diversas alternativas; supone dos condiciones. "En primer lugar, una condición interna, la capacidad cerebral, mental, intelectual, necesaria para considerar una situación y poder establecer sus elecciones, sus apuestas. En segundo lugar, las condiciones externas en las cuales estas elecciones son posibles. (...) Y podemos así observar diferentes tipos, diferentes grados de libertad según tengamos posibilidades de elección más o menos amplias..."
Finalmente se debe tener en cuenta todo lo concerniente al alma, al espíritu, esos sentimientos profundos como el amor, en lo cual la idea del otro nos restituye a nosotros mismos la plenitud de nuestro propio ser. Ser otro aún siendo nosotros mismos.
Cuando Descartes dice: "cogito ergo sum" pienso luego soy), "en realidad hace la operación implícita siguiente: "yo pienso" es una aserción reflexiva que quiere decir "yo pienso que yo pienso". En ese "yo pienso que yo pienso" el yo se objetiva en un mí implícito, "yo me pienso", "yo me pienso a mí pensando"" Descartes ha hecho la operación de computación "yo soy mí mismo", descubre que ese pensante es un sujeto. Quiere decir, entonces, que no hay cogitación (es decir, pensamiento) sin computación.
VII. Y esta construcción del sujeto está impregnada de incertidumbre, he aquí el sentimiento trágico. Principio de incertidumbre entendido de dos maneras. Primero: el yo no es ni primero ni puro. No está fuera de toda operación material (computacional). Todas las dimensiones del ser son inseparables. En cada yo humano hay algo del "nosotros" y del "se". No hay solamente el "nosotros"; en el "yo hablo" también está el "se habla". El yo, por tanto, no es puro, no está solo ni es único. Está, por supuesto, el ello que habla, que es una máquina biológica, algo organizacional, más anónima que el "se". "Yo" hablo, "se" habla y "ello" habla. "El pensamiento unidimencional sólo ve el "se" y anula el "yo". Por el contrario, los que no ven más que el ''yo" anulan el "se" y el "ello", mientras que la concepción compleja del sujeto nos permite enlazar indisolublemente el "yo" al "nosotros", al "se" y al "ello"". Aquí el principio de incertidumbre, pues nunca tenemos claro quién soy, quién habla. El yo debe estar permanentemente emergiendo.
Un segundo principio de incertidumbre, tiene que ver con que el sujeto oscila, por naturaleza, entre el todo y la nada. Está en el centro del mundo y es el centro del mundo. Sin embargo, objetivamente no es nada en el Universo, es munúsculo, efímero. Un sujeto dividido entre el egoísmo y el altruismo.
Para concluir, la noción de sujeto (una estructura organizadora) que Morin ha construido obliga a asociar nociones antagónicas: "la exclusión y la inclusión, el yo, el ello y el se. Para esto es necesario lo que llamaré un pensamiento complejo, es decir, un pensamiento capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí y que son desglosados y catalogados en compartimientos cerrados"; un pensamiento que tenga en cuenta las ambivalencias, las incertidumbres, las insuficiencias de la idea que tenemos del sujeto.
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I. Lo controversial del sujeto. Evidente y no evidente. Evidente porque en todas las lenguas existe una primera persona del singular; evidente por la reflexión de Descartes: no puedo dudar de que dudo, por tanto pienso; soy yo quien piensa. No evidente cuando me pregunto ¿dónde se encuentra ese sujeto?, ¿qué es?, ¿en qué se basa?, ¿es una experiencia ilusoria o bien una realidad fundamental?
Ahora, si se considera desde la ciencia, sólo se observan determinismos físicos, biológicos, sociológicos o culturales, en este caso sujeto tiende a disolverse. Desde el siglo XVII, en nuestra cultura occidental, el sujeto ha venido sufriendo una extraña disyunción. En lo cotidiano percibimos sujetos, nos sentimos sujetos y vemos sujetos. Sin embargo, desde la particularidad de la ciencia, con sus determinismos, el sujeto se disuelve, desaparece.
Descartes vio dos mundos: el mundo de los objetos (ciencia, tecnología, la matemática) y el mundo de los sujetos que es intuitivo, reflexivo (alma, espíritu, sensibilidad, filosofía, literatura). Desde entonces vivimos en una oposición: Por un lado la ciencia, por el otro lado la noción de sujeto de Descartes con su famoso Cogito, aquí el sujeto se vuelve fundante de la verdad ahora y posible, en este sentido, desde la perspectiva de Kant, encontramos la noción trascendental de del ego.
En la ciencia clásica la subjetividad aparece como contingente, fuente de error, de este modo la ciencia clásica excluyó al observador de su observación.
En el siglo XX, el sujeto se excluyó de las ciencias sociales: se ha expulsado al sujeto de la sicología y se lo ha reemplazado por estímulos, respuestas, comportamientos; se lo ha expulsado de la historia donde se han eliminado las decisiones, las personalidades para sólo ver determinismos; se lo ha expulsado de la antropología, para ver sólo estructuras. No obstante ha habido algunos retornos del sujeto, por ejemplo, Foucault, Barthes: el retorno del eros y de la literatura. Sin embargo, desde la filosofía el sujeto se encuentra nuevamente problematizado.
¿Quién es el sujeto? ¿Acaso un epifenómeno, una ilusión? Morin cree fundamentar científicamente y no metafísicamente al sujeto, proponiendo una definición que llama "biológica", no en el sentido de las disciplinas biológicas actuales. Más bien bio-lógica que corresponde a la lógica misma del ser vivo, pensando primero en la autonomía.
Autonomía que no se relaciona con la antigua noción de libertad (inmaterial y desligada de las constricciones y contingencias físicas), por el contrario, está unida a la dependencia, dependencia inseparable de la noción de auto-organización (auto-organización que significa autonomía; el sistema debe trabajar para construir y reconstruir su autonomía, al tiempo dilapida energía. Se es autónomo pero al mismo tiempo dependiente del mundo externo, dependencia no sólo energética sino también informativa; el ser vivo extrae información del mundo exterior a fin de organizar su comportamiento.
El autor crea un término que enlaza todas las relaciones vistas en el aparte anterior: auto-eco-organización. Dependemos del medio ambiente ya sea en lo biológico, en lo neurológico, en lo sociológico o en lo cultural. A diferencia de las máquinas no humanas, las máquinas humanas tienen la capacidad de autorrepararse y autorregenerarse sin cesar, "según un proceso que llamo de organización recursiva, es decir, una organización en la que los efectos y los productos son necesarios por su propia causación y su propia producción, una organización en forma de bucle"
II. Segunda noción, la de individuo. Hay una relación entre especie e individuo; la especie era considerada como un patrón, un modelo general, de la cual salían ejemplares particulares, individuos. La otra consideración es que no se ven especies, sino individuos. A veces prevalece una, a veces la otra. Para resolver esta cuestión recurre a la paradoja de la microfísica.
Niels Bohr detectó en la física cuántica la contradicción entre el corpúsculo y onda. "La misma partícula podía aparecer, según las condiciones de la observación, tanto como un corpúsculo, es decir como un cuerpo material, discreto, particular, limitado o como una onda, es decir, algo inmaterial y continuo"; uno de los dos se impone según la observación. Bohr entendió que había complementariedad entre esas dos nociones que no obstante se excluyen lógicamente entre sí. Para Morín, del mismo modo hay complementariedad entre especie e individuo. Para Morín "El individuo es evidentemente un producto; es el producto, como ocurre con todos los seres sexuados, del encuentro entre un espermatozoide y un óvulo, es decir, de un proceso de reproducción”. Se es producto y productor. La sociedad es el producto de las interacciones entre individuos, tal interacción, a su vez, crea una organización que tiene cualidades propias, en particular el lenguaje y la cultura, cualidades que retroactúan sobre el individuo. "[S]ignifica que los individuos producen la sociedad, la que produce a los individuos''. De este modo comprender la autonomía del individuo nos lleva a verla como relativa y compleja.
III. La noción de sujeto. Al llegar a la noción de individuo-sujeto, se debe tener claro que implica autonomía y dependencia. Para el autor comprender tal aserto quiere tener claro primero qué es fundamentalmente una organización viva.
El biólogo molecular ha olvidado por completo el problema de la auto-eco-organización del ser vivo. Los organismos vivos son máquinas y computadoras indisociadas, no están separadas, son lo mismo. "Tenemos un ser, un ser máquina que es un ser “computante”, es decir, un ser que se ocupa de signos, de índices, de datos: algo que podemos llamar "información". Signos, datos, índices con los cuales trata el mundo interno como el externo”. Los organismos vivos computan por su propia cuenta, es decir, están animados por la autofinalidad; se hacen ellos mismos para sí mismos. Cómputo necesario para la existencia del ser y del sujeto. Un ser, si deja de computar, muere. Pero ¿qué significa entonces 'computo para mí mismo'? ''Significa: me pongo en el centro del mundo, en el centro de mi mundo, del mundo que conozco, para tratarlo, para considerarlo, para realizar todas las acciones de salvaguarda, de protección, de defensa, etcétera. Aquí es donde aparece el sujeto en el computo y con el egocentrismo, donde la noción de sujeto está indisolublemente unida a ese acto en el que no sólo se es la propia finalidad de sí mismo, sino que también se es autoconstitutivo de la propia identidad".
IV. A continuación el autor trata el principio de identidad, necesario para el funcionamiento de la computación; es un principio de diferencia y de equivalencia, sin el cual no habrá cómputo. El yo, yo como el acto de ocupación del sitio egocéntrico. El yo que habla y ocupa un sitio. "'Yo soy mí mismo' quiero decir entonces que el 'mí' no es exactamente el yo, porque en la operación en que el mí se forma ese mí aparece como diferente, está objetivado, mientras que el yo es el puro surgimiento del sujeto. Es un acto que plantea la diferencia entre el yo y el mí, y asimismo su identidad lo que permite que el computo pueda tratar objetivamente al ser sujeto. El mí es la objetivación del individuo sujeto, "remite al sí, que es la entidad corporal. En el sí están incluido el yo y el mí", términos que son a la vez idénticos y diferentes: yo, mí, sí mismo.
Hay pues un principio de identidad que incluye un tratamiento objetivo pero con finalidad subjetiva, lo cual permite la autorreferencia: "puedo tratarme a mí mismo, referirme a mí mismo, porque necesito un mínimo de objetivación de mí mismo a la vez que permanezco como yo-sujeto. Estamos en el dominio de la autorreferencia que implica auto-exo-referencia, "es decir que para referirse a sí mismo hay que referirse al mundo externo", que es constitutivo de la identidad subjetiva. De modo que estamos en el dominio de sí mismo, la mismidad y el no-sí, mí/no-mí, entre el yo y los otros yo.
Fuera del anterior principio de identidad hay otro que mantiene la invarianza del yo sujeto, es decir, lo que permanece. Soy una serie de variaciones en el ser, aunque permanezca, es ese sitio central del yo que se mantiene permanente a través de todas las modificaciones y que establece la continuidad de la identidad. Segundo principio que Morin establece como la unidad en la varianza: la permanencia.
V. Pero Morin aún no ha llegado a la noción de sujeto humano. Asociados a la noción de sujeto hay dos principios: el principio de exclusión y el de inclusión.
El principio de exclusión. Yo digo yo, nadie puede decirlo por mí, un yo corriente, más sin embargo único. Principio de exclusión que es inseparable del principio de inclusión, y que hace que podamos integrar en nuestra subjetividad a otros diferentes de nosotros, a otros sujetos. Tiene que ver, entonces, con el lugar que nos corresponde en la sociedad, el grupo, el territorio del cual hacemos parte, a la vez a lo cual no pertenecemos. Es decir el nosotros y los otros.
Igualmente Morin ve un tercer principio que es necesario agregar: "el de intercomunicación con nuestros semejantes, el congénere, y que de algún modo deriva del principio de inclusión. Tenemos mucha comunicabilidad y a la vez incomunicabilidad, que complejiza el problema de la comunicación.
VI. Ahora el autor cree, dado lo anterior, poder definir el sujeto. Tiene claro que al hacerlo, debe tener en cuenta el entrelazamiento de los múltiples componentes, vistos atrás, pero al tiempo debe tener en cuenta que el sujeto, el individuo, está inmerso en universo donde existen el azar, la incertidumbre, el peligro y la muerte, donde el sujeto tiene inevitablemente un carácter existencial. Sin embargo hay algo más, en primer lugar, nuestro aparato neurocerebral gobernando a la vez el conocimiento y el comportamiento, enlazados ambos. Tenemos un sujeto cerebral que es sujeto en el acto mismo de la percepción, de la representación de la decisión, del comportamiento en lo cual se incluye la afectividad, pues todo parece estar ligado a la emoción, a los sentimientos en lo que respecta al ser humano, y que se refiere siempre a algo que tiene un aspecto contingente y arbitrario; actividad que no contraría ni inhibe el desarrollo de la inteligencia. Inteligencia y afectividad están unidos estrechamente, el uno al otro. Es una característica del sujeto, es algo permanente.
Hay un segundo aspecto, propio del sujeto humano, y está ligado al lenguaje y a la cultura. "El individuo-sujeto puede tomar conciencia de sí mismo a través del instrumento de objetivación dado por el lenguaje. Vemos aparecer la conciencia de ser consciente y la conciencia de sí en forma claramente inseparable de la autorreferencia y de la reflexividad. Es una conciencia donde nos objetivamos nosotros mismos para resubjetivarnos en un bucle sucesivo incesante. Somos, como seres humanos, un componente de alter ego y ego alter. Manifiesto en el sueño, en la muerte. "Esta experiencia del doble es la forma arcaica de la experiencia del sujeto que se objetiva. Hasta que logramos interiorizar ese doble y llamarlo "alma", "mente", espíritu"".
Una noción más para entender la cuestión del sujeto, la libertad, la libertad como posibilidad de elección entre diversas alternativas; supone dos condiciones. "En primer lugar, una condición interna, la capacidad cerebral, mental, intelectual, necesaria para considerar una situación y poder establecer sus elecciones, sus apuestas. En segundo lugar, las condiciones externas en las cuales estas elecciones son posibles. (...) Y podemos así observar diferentes tipos, diferentes grados de libertad según tengamos posibilidades de elección más o menos amplias..."
Finalmente se debe tener en cuenta todo lo concerniente al alma, al espíritu, esos sentimientos profundos como el amor, en lo cual la idea del otro nos restituye a nosotros mismos la plenitud de nuestro propio ser. Ser otro aún siendo nosotros mismos.
Cuando Descartes dice: "cogito ergo sum" pienso luego soy), "en realidad hace la operación implícita siguiente: "yo pienso" es una aserción reflexiva que quiere decir "yo pienso que yo pienso". En ese "yo pienso que yo pienso" el yo se objetiva en un mí implícito, "yo me pienso", "yo me pienso a mí pensando"" Descartes ha hecho la operación de computación "yo soy mí mismo", descubre que ese pensante es un sujeto. Quiere decir, entonces, que no hay cogitación (es decir, pensamiento) sin computación.
VII. Y esta construcción del sujeto está impregnada de incertidumbre, he aquí el sentimiento trágico. Principio de incertidumbre entendido de dos maneras. Primero: el yo no es ni primero ni puro. No está fuera de toda operación material (computacional). Todas las dimensiones del ser son inseparables. En cada yo humano hay algo del "nosotros" y del "se". No hay solamente el "nosotros"; en el "yo hablo" también está el "se habla". El yo, por tanto, no es puro, no está solo ni es único. Está, por supuesto, el ello que habla, que es una máquina biológica, algo organizacional, más anónima que el "se". "Yo" hablo, "se" habla y "ello" habla. "El pensamiento unidimencional sólo ve el "se" y anula el "yo". Por el contrario, los que no ven más que el ''yo" anulan el "se" y el "ello", mientras que la concepción compleja del sujeto nos permite enlazar indisolublemente el "yo" al "nosotros", al "se" y al "ello"". Aquí el principio de incertidumbre, pues nunca tenemos claro quién soy, quién habla. El yo debe estar permanentemente emergiendo.
Un segundo principio de incertidumbre, tiene que ver con que el sujeto oscila, por naturaleza, entre el todo y la nada. Está en el centro del mundo y es el centro del mundo. Sin embargo, objetivamente no es nada en el Universo, es munúsculo, efímero. Un sujeto dividido entre el egoísmo y el altruismo.
Para concluir, la noción de sujeto (una estructura organizadora) que Morin ha construido obliga a asociar nociones antagónicas: "la exclusión y la inclusión, el yo, el ello y el se. Para esto es necesario lo que llamaré un pensamiento complejo, es decir, un pensamiento capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí y que son desglosados y catalogados en compartimientos cerrados"; un pensamiento que tenga en cuenta las ambivalencias, las incertidumbres, las insuficiencias de la idea que tenemos del sujeto.
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