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jueves, 27 de marzo de 2008

Morin, Edagar, "La noción de sujeto"

en Dora Fried Schniman, Nuevos Paradigmas, Cultura y Subjetividad. Buenos Aires: Paidós, 1995, pp. 67-89.
Enero 28 de 2008
Jairo Restrepo Galeano
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I. Lo controversial del sujeto. Evidente y no evidente. Evidente porque en todas las lenguas existe una primera persona del singular; evidente por la reflexión de Descartes: no puedo dudar de que dudo, por tanto pienso; soy yo quien piensa. No evidente cuando me pregunto ¿dónde se encuentra ese sujeto?, ¿qué es?, ¿en qué se basa?, ¿es una experiencia ilusoria o bien una realidad fundamental?
Ahora, si se considera desde la ciencia, sólo se observan determinismos físicos, biológicos, sociológicos o culturales, en este caso sujeto tiende a disolverse. Desde el siglo XVII, en nuestra cultura occidental, el sujeto ha venido sufriendo una extraña disyunción. En lo cotidiano percibimos sujetos, nos sentimos sujetos y vemos sujetos. Sin embargo, desde la particularidad de la ciencia, con sus determinismos, el sujeto se disuelve, desaparece.
Descartes vio dos mundos: el mundo de los objetos (ciencia, tecnología, la matemática) y el mundo de los sujetos que es intuitivo, reflexivo (alma, espíritu, sensibilidad, filosofía, literatura). Desde entonces vivimos en una oposición: Por un lado la ciencia, por el otro lado la noción de sujeto de Descartes con su famoso Cogito, aquí el sujeto se vuelve fundante de la verdad ahora y posible, en este sentido, desde la perspectiva de Kant, encontramos la noción trascendental de del ego.
En la ciencia clásica la subjetividad aparece como contingente, fuente de error, de este modo la ciencia clásica excluyó al observador de su observación.
En el siglo XX, el sujeto se excluyó de las ciencias sociales: se ha expulsado al sujeto de la sicología y se lo ha reemplazado por estímulos, respuestas, comportamientos; se lo ha expulsado de la historia donde se han eliminado las decisiones, las personalidades para sólo ver determinismos; se lo ha expulsado de la antropología, para ver sólo estructuras. No obstante ha habido algunos retornos del sujeto, por ejemplo, Foucault, Barthes: el retorno del eros y de la literatura. Sin embargo, desde la filosofía el sujeto se encuentra nuevamente problematizado.
¿Quién es el sujeto? ¿Acaso un epifenómeno, una ilusión? Morin cree fundamentar científicamente y no metafísicamente al sujeto, proponiendo una definición que llama "biológica", no en el sentido de las disciplinas biológicas actuales. Más bien bio-lógica que corresponde a la lógica misma del ser vivo, pensando primero en la autonomía.

Autonomía que no se relaciona con la antigua noción de libertad (inmaterial y desligada de las constricciones y contingencias físicas), por el contrario, está unida a la dependencia, dependencia inseparable de la noción de auto-organización (auto-organización que significa autonomía; el sistema debe trabajar para construir y reconstruir su autonomía, al tiempo dilapida energía. Se es autónomo pero al mismo tiempo dependiente del mundo externo, dependencia no sólo energética sino también informativa; el ser vivo extrae información del mundo exterior a fin de organizar su comportamiento.
El autor crea un término que enlaza todas las relaciones vistas en el aparte anterior: auto-eco-organización. Dependemos del medio ambiente ya sea en lo biológico, en lo neurológico, en lo sociológico o en lo cultural. A diferencia de las máquinas no humanas, las máquinas humanas tienen la capacidad de autorrepararse y autorregenerarse sin cesar, "según un proceso que llamo de organización recursiva, es decir, una organización en la que los efectos y los productos son necesarios por su propia causación y su propia producción, una organización en forma de bucle"

II. Segunda noción, la de individuo. Hay una relación entre especie e individuo; la especie era considerada como un patrón, un modelo general, de la cual salían ejemplares particulares, individuos. La otra consideración es que no se ven especies, sino individuos. A veces prevalece una, a veces la otra. Para resolver esta cuestión recurre a la paradoja de la microfísica.
Niels Bohr detectó en la física cuántica la contradicción entre el corpúsculo y onda. "La misma partícula podía aparecer, según las condiciones de la observación, tanto como un corpúsculo, es decir como un cuerpo material, discreto, particular, limitado o como una onda, es decir, algo inmaterial y continuo"; uno de los dos se impone según la observación. Bohr entendió que había complementariedad entre esas dos nociones que no obstante se excluyen lógicamente entre sí. Para Morín, del mismo modo hay complementariedad entre especie e individuo. Para Morín "El individuo es evidentemente un producto; es el producto, como ocurre con todos los seres sexuados, del encuentro entre un espermatozoide y un óvulo, es decir, de un proceso de reproducción”. Se es producto y productor. La sociedad es el producto de las interacciones entre individuos, tal interacción, a su vez, crea una organización que tiene cualidades propias, en particular el lenguaje y la cultura, cualidades que retroactúan sobre el individuo. "[S]ignifica que los individuos producen la sociedad, la que produce a los individuos''. De este modo comprender la autonomía del individuo nos lleva a verla como relativa y compleja.

III. La noción de sujeto. Al llegar a la noción de individuo-sujeto, se debe tener claro que implica autonomía y dependencia. Para el autor comprender tal aserto quiere tener claro primero qué es fundamentalmente una organización viva.
El biólogo molecular ha olvidado por completo el problema de la auto-eco-organización del ser vivo. Los organismos vivos son máquinas y computadoras indisociadas, no están separadas, son lo mismo. "Tenemos un ser, un ser máquina que es un ser “computante”, es decir, un ser que se ocupa de signos, de índices, de datos: algo que podemos llamar "información". Signos, datos, índices con los cuales trata el mundo interno como el externo”. Los organismos vivos computan por su propia cuenta, es decir, están animados por la autofinalidad; se hacen ellos mismos para sí mismos. Cómputo necesario para la existencia del ser y del sujeto. Un ser, si deja de computar, muere. Pero ¿qué significa entonces 'computo para mí mismo'? ''Significa: me pongo en el centro del mundo, en el centro de mi mundo, del mundo que conozco, para tratarlo, para considerarlo, para realizar todas las acciones de salvaguarda, de protección, de defensa, etcétera. Aquí es donde aparece el sujeto en el computo y con el egocentrismo, donde la noción de sujeto está indisolublemente unida a ese acto en el que no sólo se es la propia finalidad de sí mismo, sino que también se es autoconstitutivo de la propia identidad".

IV. A continuación el autor trata el principio de identidad, necesario para el funcionamiento de la computación; es un principio de diferencia y de equivalencia, sin el cual no habrá cómputo. El yo, yo como el acto de ocupación del sitio egocéntrico. El yo que habla y ocupa un sitio. "'Yo soy mí mismo' quiero decir entonces que el 'mí' no es exactamente el yo, porque en la operación en que el mí se forma ese mí aparece como diferente, está objetivado, mientras que el yo es el puro surgimiento del sujeto. Es un acto que plantea la diferencia entre el yo y el mí, y asimismo su identidad lo que permite que el computo pueda tratar objetivamente al ser sujeto. El mí es la objetivación del individuo sujeto, "remite al sí, que es la entidad corporal. En el sí están incluido el yo y el mí", términos que son a la vez idénticos y diferentes: yo, mí, sí mismo.
Hay pues un principio de identidad que incluye un tratamiento objetivo pero con finalidad subjetiva, lo cual permite la autorreferencia: "puedo tratarme a mí mismo, referirme a mí mismo, porque necesito un mínimo de objetivación de mí mismo a la vez que permanezco como yo-sujeto. Estamos en el dominio de la autorreferencia que implica auto-exo-referencia, "es decir que para referirse a sí mismo hay que referirse al mundo externo", que es constitutivo de la identidad subjetiva. De modo que estamos en el dominio de sí mismo, la mismidad y el no-sí, mí/no-mí, entre el yo y los otros yo.
Fuera del anterior principio de identidad hay otro que mantiene la invarianza del yo sujeto, es decir, lo que permanece. Soy una serie de variaciones en el ser, aunque permanezca, es ese sitio central del yo que se mantiene permanente a través de todas las modificaciones y que establece la continuidad de la identidad. Segundo principio que Morin establece como la unidad en la varianza: la permanencia.

V. Pero Morin aún no ha llegado a la noción de sujeto humano. Asociados a la noción de sujeto hay dos principios: el principio de exclusión y el de inclusión.
El principio de exclusión. Yo digo yo, nadie puede decirlo por mí, un yo corriente, más sin embargo único. Principio de exclusión que es inseparable del principio de inclusión, y que hace que podamos integrar en nuestra subjetividad a otros diferentes de nosotros, a otros sujetos. Tiene que ver, entonces, con el lugar que nos corresponde en la sociedad, el grupo, el territorio del cual hacemos parte, a la vez a lo cual no pertenecemos. Es decir el nosotros y los otros.
Igualmente Morin ve un tercer principio que es necesario agregar: "el de intercomunicación con nuestros semejantes, el congénere, y que de algún modo deriva del principio de inclusión. Tenemos mucha comunicabilidad y a la vez incomunicabilidad, que complejiza el problema de la comunicación.

VI. Ahora el autor cree, dado lo anterior, poder definir el sujeto. Tiene claro que al hacerlo, debe tener en cuenta el entrelazamiento de los múltiples componentes, vistos atrás, pero al tiempo debe tener en cuenta que el sujeto, el individuo, está inmerso en universo donde existen el azar, la incertidumbre, el peligro y la muerte, donde el sujeto tiene inevitablemente un carácter existencial. Sin embargo hay algo más, en primer lugar, nuestro aparato neurocerebral gobernando a la vez el conocimiento y el comportamiento, enlazados ambos. Tenemos un sujeto cerebral que es sujeto en el acto mismo de la percepción, de la representación de la decisión, del comportamiento en lo cual se incluye la afectividad, pues todo parece estar ligado a la emoción, a los sentimientos en lo que respecta al ser humano, y que se refiere siempre a algo que tiene un aspecto contingente y arbitrario; actividad que no contraría ni inhibe el desarrollo de la inteligencia. Inteligencia y afectividad están unidos estrechamente, el uno al otro. Es una característica del sujeto, es algo permanente.
Hay un segundo aspecto, propio del sujeto humano, y está ligado al lenguaje y a la cultura. "El individuo-sujeto puede tomar conciencia de sí mismo a través del instrumento de objetivación dado por el lenguaje. Vemos aparecer la conciencia de ser consciente y la conciencia de sí en forma claramente inseparable de la autorreferencia y de la reflexividad. Es una conciencia donde nos objetivamos nosotros mismos para resubjetivarnos en un bucle sucesivo incesante. Somos, como seres humanos, un componente de alter ego y ego alter. Manifiesto en el sueño, en la muerte. "Esta experiencia del doble es la forma arcaica de la experiencia del sujeto que se objetiva. Hasta que logramos interiorizar ese doble y llamarlo "alma", "mente", espíritu"".
Una noción más para entender la cuestión del sujeto, la libertad, la libertad como posibilidad de elección entre diversas alternativas; supone dos condiciones. "En primer lugar, una condición interna, la capacidad cerebral, mental, intelectual, necesaria para considerar una situación y poder establecer sus elecciones, sus apuestas. En segundo lugar, las condiciones externas en las cuales estas elecciones son posibles. (...) Y podemos así observar diferentes tipos, diferentes grados de libertad según tengamos posibilidades de elección más o menos amplias..."
Finalmente se debe tener en cuenta todo lo concerniente al alma, al espíritu, esos sentimientos profundos como el amor, en lo cual la idea del otro nos restituye a nosotros mismos la plenitud de nuestro propio ser. Ser otro aún siendo nosotros mismos.
Cuando Descartes dice: "cogito ergo sum" pienso luego soy), "en realidad hace la operación implícita siguiente: "yo pienso" es una aserción reflexiva que quiere decir "yo pienso que yo pienso". En ese "yo pienso que yo pienso" el yo se objetiva en un mí implícito, "yo me pienso", "yo me pienso a mí pensando"" Descartes ha hecho la operación de computación "yo soy mí mismo", descubre que ese pensante es un sujeto. Quiere decir, entonces, que no hay cogitación (es decir, pensamiento) sin computación.

VII. Y esta construcción del sujeto está impregnada de incertidumbre, he aquí el sentimiento trágico. Principio de incertidumbre entendido de dos maneras. Primero: el yo no es ni primero ni puro. No está fuera de toda operación material (computacional). Todas las dimensiones del ser son inseparables. En cada yo humano hay algo del "nosotros" y del "se". No hay solamente el "nosotros"; en el "yo hablo" también está el "se habla". El yo, por tanto, no es puro, no está solo ni es único. Está, por supuesto, el ello que habla, que es una máquina biológica, algo organizacional, más anónima que el "se". "Yo" hablo, "se" habla y "ello" habla. "El pensamiento unidimencional sólo ve el "se" y anula el "yo". Por el contrario, los que no ven más que el ''yo" anulan el "se" y el "ello", mientras que la concepción compleja del sujeto nos permite enlazar indisolublemente el "yo" al "nosotros", al "se" y al "ello"". Aquí el principio de incertidumbre, pues nunca tenemos claro quién soy, quién habla. El yo debe estar permanentemente emergiendo.
Un segundo principio de incertidumbre, tiene que ver con que el sujeto oscila, por naturaleza, entre el todo y la nada. Está en el centro del mundo y es el centro del mundo. Sin embargo, objetivamente no es nada en el Universo, es munúsculo, efímero. Un sujeto dividido entre el egoísmo y el altruismo.
Para concluir, la noción de sujeto (una estructura organizadora) que Morin ha construido obliga a asociar nociones antagónicas: "la exclusión y la inclusión, el yo, el ello y el se. Para esto es necesario lo que llamaré un pensamiento complejo, es decir, un pensamiento capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí y que son desglosados y catalogados en compartimientos cerrados"; un pensamiento que tenga en cuenta las ambivalencias, las incertidumbres, las insuficiencias de la idea que tenemos del sujeto.

Garavito, Edgar, "De la cultura global a la cultura diferencial"

En Revista Educación y Cultura
Centro de Estudios e Investigaciones Docentes
De la Federación Colombiana de Educadores,
No. 21, pp. 50-55
7-08-07
Jairo Restrepo G.

El texto de Garavito trata de responder a cuatro preguntas formuladas por sus estudiantes. Preguntas que tienen que ver con: 1) la universidad y su papel en la sociedad contemporánea; 2) la investigación como la elaboración de pensamiento emanada históricamente del medio universitario; 3) la docencia o transmisión de conocimiento y 4) la crítica o discurso que intenta vincular a la investigación y a la docencia en el sentido de un pensamiento y unos valores universales.
Para hacer una aproximación a las cuatro preguntas, primero, en un aparte introductoria, explica cómo los cuatro temas tuvieron una vinculación estrecha en la modernidad, con el fin de seguir los valores de “civilización universal” (modelo humboltiano de universidad según Jean-Francois Lyotard), “en el cual cada ciencia ocupaba su lugar pero el conjunto de la ciencia estaba coronado por un sistema especulativo a la cabeza del cual se hallaban los filósofos”. Lo anterior permitió, en el seno de la universidad, mantener el optimismo de un progreso tecnológico irreversible; igualmente se creyó que la historia tenía sentido y un final, la posibilidad de alcanzar un futuro de libertad, desarrollo, igualdad y supresión de la ignorancia; y, finalmente, el control (procedente del cartesianismo) de lo real desde la racionalidad. De igual modo. Con Kant, el tiempo y el espacio fueron formas universales comunes al conjunto de la civilización.
Dado lo anterior, la universidad fue concebida bajo los parámetros de tiempo y espacio universales, donde la investigación tendía hacia el desarrollo del conocimiento, en conjunto con una labor docente encaminada hacia la supresión de la ignorancia, junto con la labor crítica que buscaba la corrección de las desviaciones “respecto al proyecto de la ‘emancipación de la humanidad’”.
Tal proyecto, señalado arriba, entró en crisis desde 1945 con:
1) Destitución de la universalidad; 2 el “cierre” de la investigación; 3) la imposibilidad de la crítica, y 4) la “desteatralización” de la docencia.

Destitución de la universalidad
Hoy el tiempo se ha separado del espacio, no hay esa unidad inaugurada por Kant. “El tiempo era para Kant la condición de la atribución del ‘pienso’ a la existencia”. De esto se desprende que había un tiempo único, lineal sin dejar de estar “poblado de contradicciones, rupturas, superaciones y síntesis; que, sin embargo, generaba sistemas filosóficos totalizadores”. Hoy, al contrario, vivimos tiempos múltiples, interiores, una pluralización de paradigmas de racionalidad, que generan conceptualizaciones singulares; los acontecimientos son aleatorios y no se enmarcan en leyes; no hay nada que legitime todos los saberes.
Respecto a lo anterior, es decir en relación con la dispersión, se puede pensar que es una crisis pasajera, como lo creen algunos, que es algo así como un irracionalismo de moda, que pronto retornaremos a la racionalidad clásica donde se le restituya los derechos al sujeto universal. Igualmente otros piensan que lo que hay es una filosofía múltiple de los acontecimientos y de los márgenes. Tal vez las dos lleven razón en cierto sentido, sin embargo, lo claro es que no hay un retorno al pasado, dado que el tiempo apunta en una dirección y los acontecimientos allí son únicos y, por otro lado, se requiere de reglas de juego mínimas con las cuales jugar la pluralidad de los sentidos.
En la modernidad la noción de espacio se llenó de lo público, constituido por un consenso universal, referido a los mismos valores, luchas y esperanzas. En cambio, hoy, el espacio, según Baudrillard, ha cedido el lugar a los espacios publicitarios, al manejo de la seducción. Espacios diversos, espacios moleculares como los piensa Deleuze.
Si la noción de espacio y tiempo cambian, cambia igualmente la realidad, pues esta pasa de ser representada en la modernidad a ser pensada como fragmentada. Ya no hay una noción universal de “realidad” porque ha sido substituida por el lenguaje, los simulacros, por construcciones breves, parciales.
Vemos cómo los discursos que legitimaron la modernidad hoy son insuficientes para explicar la nueva imagen del pensamiento. En consecuencia, la universidad como expresión de la modernidad está en crisis. Se requiere una nueva universidad.

“Cierre” de la investigación
Estamos en el lugar donde los lenguajes se implican a sí mismos (Foucault). La literatura, entonces, crea un lenguaje “en donde se construye simultáneamente lo que se dice y el modo de ser de lo que se dice”. Antiguamente, significante y significado estaban unidos y referían un lenguaje común. Hoy, no es así, se viven múltiples pliegues del habla, “como lenguajes que enuncian en sus enunciados la lengua en que se enuncia”. Los discursos son cerrados en sí mismos. Esto pasa también en la investigación. La investigación no se fundamenta en la narración más o menos sistemática tratando de legitimar una realidad. Todo lo contrario, investigar es proferir lo real fragmentario sin pretensión de universalidad. No hay un discurso legitimador. Ahora bien, no se quiere decir que la investigación desaparece “sino que se abre a universos discursivos diferenciales, lenguas productoras de múltiples reales y que pueden ser descifradas únicamente en su propia interioridad”.

Imposibilidad de la crítica
Si los significados, los enunciados, los objetos y los conceptos se han cerrado en un específico modo de ser, en una lengua que vale en sí misma, es difícil un discurso universal de legitimación; de modo que lo que deviene en una transdiscursividad; lo que importa aquí es la diferencia, el diferendo, el desacuerdo diferido no sobre algo sino en la construcción de los objetos, los enunciados, etc. Ya no, pues, la verdad, sino las verdades (decir-verdad), pues no hay un lenguaje común ni un común universo representativo que nos permita ver lo falso o lo verdadero.

“Desteatralización” de la docencia
La función del profesor en la modernidad se encaminaba a la labor de repetir, de copiar frente a sus estudiantes “el modelo de la invención producida en una investigación exterior a la docencia”. Se daba un teatro de la representación, tanto del estudiante como del profesor. Hoy, ya no se enseña lo que se investiga en la universidad o por fuera de ella. La investigación, para el profesor, no es totalizante sino parcial, fragmentaria; abandona toda pretensión de universalidad. Cuando se investiga se hace en conjunto, se reúne un grupo de colaboradores que permite un intercambio de materiales, de información con saberes de márgenes y en niveles aleatorios, provisionales.
Se da, pues, un saber libre y lo que se entiende está dado a partir de lo fragmentario que se realiza en un repliegue autónomo del habla. “El principio de un metalenguaje universal” es reemplazado por la pluralidad de “sistemas formales axiomáticos” (Lyotrad).
Cada disciplina, cada ciencia disciplinar tiene su manera “de crear objetos, articular sus proposiciones, producir sus conceptos y trazar sus estrategias teóricas e investigativas, dicho de otra manera, cronotopías de cada discurso.
El saber entonces se construye a partir de la vinculación de escrituras a devenires otros. Se deviene antropólogo, sociólogo, filósofo, etc. No se apuntala una teoría, un lenguaje universal sino que se deviene en conocimiento. Proliferación de márgenes donde el científico se torna libre.

Investigación y docencia
Garavito piensa que la docencia debe desarrollarse desde la investigación, investigaciones siempre parciales, fragmentarias, nunca desde una totalidad. La docencia como el lugar desde donde se hace algo, no se aprende algo; lugar donde se intercambian ideas, puntos de vista, etc. Lugar donde se afirma la libertad discursiva con relación a los temas.
La docencia no debe buscar receptores (estudiantes) pasivos como solía darse en la modernidad. Se busca más bien relación de vivencias, de producciones y de carencias, lejos del poder de instituciones ajenas a la universidad. Lo que se quiere, en últimas, es un bricolage investigativo.

Garavito, Edgar, "De la cultura global a la cultura diferencial

Edgar Garavito
De la cultura global a la cultura diferencial
En Revista Educación y Cultura
Centro de Estudios e Investigaciones Docentes
De la Federación Colombiana de Educadores,
No. 21, pp. 50-55
Jairo Restrepo G.
7-08-07

El texto de Garavito trata de responder a cuatro preguntas formuladas por sus estudiantes. Preguntas que tienen que ver con: 1) la universidad y su papel en la sociedad contemporánea; 2) la investigación como la elaboración de pensamiento emanada históricamente del medio universitario; 3) la docencia o transmisión de conocimiento y 4) la crítica o discurso que intenta vincular a la investigación y a la docencia en el sentido de un pensamiento y unos valores universales.
Para hacer una aproximación a las cuatro preguntas, primero, en un aparte introductoria, explica cómo los cuatro temas tuvieron una vinculación estrecha en la modernidad, con el fin de seguir los valores de “civilización universal” (modelo humboltiano de universidad según Jean-Francois Lyotard), “en el cual cada ciencia ocupaba su lugar pero el conjunto de la ciencia estaba coronado por un sistema especulativo a la cabeza del cual se hallaban los filósofos”. Lo anterior permitió, en el seno de la universidad, mantener el optimismo de un progreso tecnológico irreversible; igualmente se creyó que la historia tenía sentido y un final, la posibilidad de alcanzar un futuro de libertad, desarrollo, igualdad y supresión de la ignorancia; y, finalmente, el control (procedente del cartesianismo) de lo real desde la racionalidad. De igual modo. Con Kant, el tiempo y el espacio fueron formas universales comunes al conjunto de la civilización.
Dado lo anterior, la universidad fue concebida bajo los parámetros de tiempo y espacio universales, donde la investigación tendía hacia el desarrollo del conocimiento, en conjunto con una labor docente encaminada hacia la supresión de la ignorancia, junto con la labor crítica que buscaba la corrección de las desviaciones “respecto al proyecto de la ‘emancipación de la humanidad’”.
Tal proyecto, señalado arriba, entró en crisis desde 1945 con:
1) Destitución de la universalidad; 2 el “cierre” de la investigación; 3) la imposibilidad de la crítica, y 4) la “desteatralización” de la docencia.

Destitución de la universalidad
Hoy el tiempo se ha separado del espacio, no hay esa unidad inaugurada por Kant. “El tiempo era para Kant la condición de la atribución del ‘pienso’ a la existencia”. De esto se desprende que había un tiempo único, lineal sin dejar de estar “poblado de contradicciones, rupturas, superaciones y síntesis; que, sin embargo, generaba sistemas filosóficos totalizadores”. Hoy, al contrario, vivimos tiempos múltiples, interiores, una pluralización de paradigmas de racionalidad, que generan conceptualizaciones singulares; los acontecimientos son aleatorios y no se enmarcan en leyes; no hay nada que legitime todos los saberes.
Respecto a lo anterior, es decir en relación con la dispersión, se puede pensar que es una crisis pasajera, como lo creen algunos, que es algo así como un irracionalismo de moda, que pronto retornaremos a la racionalidad clásica donde se le restituya los derechos al sujeto universal. Igualmente otros piensan que lo que hay es una filosofía múltiple de los acontecimientos y de los márgenes. Tal vez las dos lleven razón en cierto sentido, sin embargo, lo claro es que no hay un retorno al pasado, dado que el tiempo apunta en una dirección y los acontecimientos allí son únicos y, por otro lado, se requiere de reglas de juego mínimas con las cuales jugar la pluralidad de los sentidos.
En la modernidad la noción de espacio se llenó de lo público, constituido por un consenso universal, referido a los mismos valores, luchas y esperanzas. En cambio, hoy, el espacio, según Baudrillard, ha cedido el lugar a los espacios publicitarios, al manejo de la seducción. Espacios diversos, espacios moleculares como los piensa Deleuze.
Si la noción de espacio y tiempo cambian, cambia igualmente la realidad, pues esta pasa de ser representada en la modernidad a ser pensada como fragmentada. Ya no hay una noción universal de “realidad” porque ha sido substituida por el lenguaje, los simulacros, por construcciones breves, parciales.
Vemos cómo los discursos que legitimaron la modernidad hoy son insuficientes para explicar la nueva imagen del pensamiento. En consecuencia, la universidad como expresión de la modernidad está en crisis. Se requiere una nueva universidad.

“Cierre” de la investigación
Estamos en el lugar donde los lenguajes se implican a sí mismos (Foucault). La literatura, entonces, crea un lenguaje “en donde se construye simultáneamente lo que se dice y el modo de ser de lo que se dice”. Antiguamente, significante y significado estaban unidos y referían un lenguaje común. Hoy, no es así, se viven múltiples pliegues del habla, “como lenguajes que enuncian en sus enunciados la lengua en que se enuncia”. Los discursos son cerrados en sí mismos. Esto pasa también en la investigación. La investigación no se fundamenta en la narración más o menos sistemática tratando de legitimar una realidad. Todo lo contrario, investigar es proferir lo real fragmentario sin pretensión de universalidad. No hay un discurso legitimador. Ahora bien, no se quiere decir que la investigación desaparece “sino que se abre a universos discursivos diferenciales, lenguas productoras de múltiples reales y que pueden ser descifradas únicamente en su propia interioridad”.

Imposibilidad de la crítica
Si los significados, los enunciados, los objetos y los conceptos se han cerrado en un específico modo de ser, en una lengua que vale en sí misma, es difícil un discurso universal de legitimación; de modo que lo que deviene en una transdiscursividad; lo que importa aquí es la diferencia, el diferendo, el desacuerdo diferido no sobre algo sino en la construcción de los objetos, los enunciados, etc. Ya no, pues, la verdad, sino las verdades (decir-verdad), pues no hay un lenguaje común ni un común universo representativo que nos permita ver lo falso o lo verdadero.

“Desteatralización” de la docencia
La función del profesor en la modernidad se encaminaba a la labor de repetir, de copiar frente a sus estudiantes “el modelo de la invención producida en una investigación exterior a la docencia”. Se daba un teatro de la representación, tanto del estudiante como del profesor. Hoy, ya no se enseña lo que se investiga en la universidad o por fuera de ella. La investigación, para el profesor, no es totalizante sino parcial, fragmentaria; abandona toda pretensión de universalidad. Cuando se investiga se hace en conjunto, se reúne un grupo de colaboradores que permite un intercambio de materiales, de información con saberes de márgenes y en niveles aleatorios, provisionales.
Se da, pues, un saber libre y lo que se entiende está dado a partir de lo fragmentario que se realiza en un repliegue autónomo del habla. “El principio de un metalenguaje universal” es reemplazado por la pluralidad de “sistemas formales axiomáticos” (Lyotrad).
Cada disciplina, cada ciencia disciplinar tiene su manera “de crear objetos, articular sus proposiciones, producir sus conceptos y trazar sus estrategias teóricas e investigativas, dicho de otra manera, cronotopías de cada discurso.
El saber entonces se construye a partir de la vinculación de escrituras a devenires otros. Se deviene antropólogo, sociólogo, filósofo, etc. No se apuntala una teoría, un lenguaje universal sino que se deviene en conocimiento. Proliferación de márgenes donde el científico se torna libre.

Investigación y docencia
Garavito piensa que la docencia debe desarrollarse desde la investigación, investigaciones siempre parciales, fragmentarias, nunca desde una totalidad. La docencia como el lugar desde donde se hace algo, no se aprende algo; lugar donde se intercambian ideas, puntos de vista, etc. Lugar donde se afirma la libertad discursiva con relación a los temas.
La docencia no debe buscar receptores (estudiantes) pasivos como solía darse en la modernidad. Se busca más bien relación de vivencias, de producciones y de carencias, lejos del poder de instituciones ajenas a la universidad. Lo que se quiere, en últimas, es un bricolage investigativo.

Barbero, J. M y Culturas urbanas

Jesús Martín Barbero
Culturas urbanas de fin de siglo: La mirada antropológica. (Internet)
Protocolo de lectura
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Jairo Restrepo Galeano

El autor argumenta que la antropología ha ampliado la mirada sobre las culturas objeto de investigación. Ahora no mira sólo grupos campesinos ni indígenas, no europeos y no occidentales. Su preocupación ahora recae también en sociedades más complejas: las urbanas y las formas de multiculturalidad dadas en la globalización. Esto implica entender que la antropología trabaja con lo micro y lo macrosocial y articula, al mismo tiempo, conocimientos cuantitativos como cualitativos.
Desde el siglo XIX la antropología enfocada en lo urbano ha tenido en cuenta los siguientes aspectos:
- cómo se realizan los contactos urbanos culturales en una situación colonial o las migraciones durante la industrialización,
- las condiciones de trabajo y de consumo y
- qué queda de las tradiciones bajo la expansión moderna.
En los años veinte, la Escuela de Chicago, constituyó a la sociedad como objeto específico de investigación para sociólogos y antropólogos. Una vez esto los estudios fueron mas de carácter episódico. Sólo en las tres últimas décadas del siglo XX lo urbano se ha convertido en un campo plenamente legítimo de investigación. Cuenta, para este desarrollo, la urbanización de la población en el mundo (migraciones campesinas, indígenas, etc.). Esto lleva a una construcción científica enfocada a migraciones y la marginalidad que estas migraciones producen.
Hay una cuestión a tener en cuenta y es la pregunta de qué tipo de antropología, si antropología en la ciudad o antropología de la ciudad. La ciudad como lugar de investigación o la ciudad como objeto de investigación.
Otro aspecto a tener en cuenta es la dificultad de abarcar en un sólo concepto lo urbano (la cultura). Lo urbano es múltiple, diverso. Difícil pensarlo en este caso, un fenómeno unificado. Para enfrentar la cuestión, lo adecuado es pensar que hay varios tipos de cultura dentro de la ciudad; en consecuencia el asunto debe enfocarse a que se debe tener en cuenta qué tipo de criterios se deben tener: social, organización espacial, etc.
Lo anterior lleva a la necesidad de ampliar los instrumentos conceptuales y metodológicos:
- heterogeneidad cultural
- segregación intercultural y social y la
- desurbanización.
En cuanto a la heterogeneidad o diversidad sociocultural, se necesita plantear qué se entiende por ciudad. La variedad histórica de las ciudades (industriales y administrativas, capitales políticas y ciudades de servicios, ciudades puertos y turísticas), y las ciudades que no se clasifican en las que acabamos de mencionar (monofuncionales), ciudades con muchas funciones y actividades o las ciudades que contienen otras ciudades. Igualmente ciudades multitemporales, de "heterogeneidad multitemporal en las que ocurren procesos de hibridación. Ciudades, en fin, donde se da el acercamiento entre lo moderno y lo arcaico.
Martín Barbero dice que la "antropología urbana está siendo decisiva para completar la liberación de los antropólogos de la sensación de pertenecer a un universo distinto de sus objetos de estudio". El antropólogo incluso como objeto del estudio, involucrado en el mismo campo de la sociedad que estudia, implicado en ello, conociendo cómo los mercados globales, aunque tiendan a homogeneizar las ciudades, la planificación macrosocial, la estandarización inmoviliaria y vial, el desarrollo unificado capitalista, entiende que a pesar de estos mecanismos de homogeneización, la diversidad se expande de una manera diferente tanto en lo periférico como en lo central.
Los nuevos procesos en las ciudades urbes parecen estar desurbanizando los espacios, los usos creativos de los espacios públicos cuando la inseguridad se acrecienta o los medios electrónicos de comunicación generan una cultura a domicilio, en la que los contactos cara a cara con los otros disminuyen.
En lo político, la democratización y participación de los ciudadanos se revierte en aprovechamiento de lo privado, que en cierta forma puede controlar la voracidad de los intereses privados inmoviliarios, industriales y turísticos; sobre todo cuando esta sociabilidad urbana llega a veces a autoritarismo represivos. Campos civiles donde toma fuerza la participación de organizaciones tipo ONGs.
Estas nuevas formas ciudadanas resurgen como escenarios estratégicos para el avance de nuevas formas de ciudadanía con referentes más "concretos". "Lo que escapa del ejercicio ciudadano en las decisiones supranacionales, pareciera recuperarse, en cierta medida, en las arenas locales vinculadas a los lugares de residencia, trabajo y consumo", escribe Barbero.
La redefinición de las ciudades.- En este caso la cuestión se centra en qué entender hoy por ciudades y cómo estudiarlas. Para encontrar respuesta se hace necesario abordarlas interdisciplinariamente.
En el pasado, para pensar la ciudad se partió de la ciudad como lo opuesto a lo rural. El campo fue conceptualizado como el lugar de las relaciones primarias, comunitarias, frente a la ciudad como el espacio de las relaciones asociadas de tipo secundario, donde hay una mayor argumentación en torno a los roles. Se pensaba la ciudad como núcleo donde ya no hay contactos intensos, personles, familiar, barrial. Esta distinción se queda en aspectos exteriores que no explican diferencias estructurales ni las coincidencias entre lo ciudadano y lo rural (grupos circulando por las calles con carretas) difíciles de comprender en los término de la simple oposición.
Se ha pensado igualmente la ciudad en contraste con lo rural, basado en criterios geográfico-espaciales. Entonces se habla de la ciudad densa, extensa de individuos heterogéneos, pero que no da cuenta de los procesos históricos y sociales.
Las megalópolis.- En este caso, la antropología debe valerse de otros criterios para estudiarlas. En estas megalópolis las redes de comunicación masiva son el fundamento. Aquí se multiplican los enlaces mediáticos. Barbero hace uso del término de Manuel Castell de "espacios de flujos", usos de territorios que dependen de la circulación de capitales, imágenes, informaciones estratégicas y programas tecnológicos. Cada territorio dentro de estas megalópolis afirman sus identidades. Martín Barbero prefiere hablar más de sistemas de flujos que involucran a la gente y los territorios que se conectan.
En estos territorios se da un carácter dual entre lo urbano-espacial con lo comunicacional, en dos sentidos: uno, la relación con los sistemas informacionales y su "impacto en las relaciones capital-trabajo"; dos, conexión con los nuevos diagramas y usos socioculturales urbanos generados por las industrias comunicacionales.
El autor entra ahora a la cuestión del método y el objeto para encontrar lo específico de la antropología en las nuevas urbes que la diferencia de disciplinas como la sociología, el urbanismo y la semiótica. Algunos autores sostienen que la especificidad en la obtención de los datos mediante el contacto directo con grupos pequeños, y esto es verdad; la observación de campo y la entrevista etnográfica siguen siendo recursos específicos de la antropología. Sólo que el penetrar en terrenos complejos como el de las urbes la antropología debe valerse de los mismos mecanismos pero ampliando su radio de acción tanto espacial como temporal. La sociología, a través de cuadros estadísticos, grandes mapas de las estructuras de comportamientos urbanos, se diferencian frente a la antropología en el sentido de que ésta se enfoca más en lo cualitativo lo que permite lecturas densas de las interacciones sociales.
"Una posición distinta sitúa la diferencia antropológica no tanto en el objeto como el método. Mientras el sociólogo habla de la ciudad, el antropólogo deja hablar a la ciudad: sus observaciones minuciosas y entrevistas en profundidad, su modo de estar con la gente, buscan escuchar lo que la ciudad tiene que decir.
El inconveniente aquí es saber a ciencia cierta quién habla, ¿habla la persona? o ¿habla la familia, el grupo, etc.?
Martín Barbero, en últimas, lo que pide es que el trabajo antropológico en las urbes trascienda las comunidades locales y parciales, debe haber una redefinición de las ciudades y de sus lugares en las redes transnacionales. Pide que el antropólogo no se retraiga a la autonomía de los barrios, o de las "comunidades", lo que se necesita es que la ciudad hable en conjunto, que ilumine las nuevas modalidades de la multiculturalidad e interculturalidad que se generan en los intercambios migratorios, turísticos, de comunicación y consumo desterritorializados. Multiculturalidad constitutiva de las nuevas ciudades que habitamos.

LOS JUEGOS DEL AMOR. Una mira a "El amante" de Harold Pinter

LOS JUEGOS DEL AMOR
Una mirada a El amante de Harold Pinter

Jairo Restrepo Galeano

Harold Pinter nació en Londres, (1930), hijo de padre de origen judío, estudió en la Real Academia de Arte Dramático de Londres. Autor de 29 obras teatrales, entre las que se destacan: La fiesta de cumpleaños (1959), El portero (1959), Los enanos (1963), El amante (1963), El silencio (1969), Viejos tiempos (1971), El fundamento (1978), Luz de Luna (1994), Cenizas sobre Cenizas (1996), Celebración (1999), etc. Ha escrito poesía y novela, igualmente guiones para radio, televisión y cine; se destacan: La amante del teniente francés (1981), Traición (1982) y El juicio de Franz Kafka (1990). La Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura en el 2005.
Pinter es un autor que se ha caracterizado por su marcado compromiso político, defensor de los Derechos Humanos y permanente opositor a las acciones imperialistas de Estados Unidos; del mismo modo se ha preocupado por los procesos políticos de países centroamericanos y del caribe como de Suramérica.

Dos aspectos quiero tratar en este ejercicio en torno a la obra El amante de Harold Pinter. Por un lado penetrar en la obra El amante para en encontrar la ruta de la historia con el fin de abordarla, en segundo lugar, según las nuevas expresiones del amor en la modernidad tardía: flexibilidad y ambigüedad e indeterminación.

El amante

Vamos a adentrarnos en una obra compleja, ambigua, que aunque en su aspecto formal sigue una linealidad, en las expresiones del contenido, significan todo cuanto hoy se puede percibir en torno a las nuevas relaciones amorosas: su fragilidad. El amante es una obra que expresa muy bien los comienzos, o el punto de quiebre entre el amor sólido y el amor efímero, veloz consumista. Es también una obra de soledad, por lo mismo, para desterrarla, los protagonistas se embarcan en el juego de roles donde a veces se confunde quién es el otro o la otra, en esa necesidad de experimentar a fondo el deseo, el tener ganas, de romper con la monotonía del viejo consumo.

El texto se compone de tres jornadas. La primera se sumerge al ámbito del hogar, cuando Richard Sarah asumen, a su modo, ser amantes. La segunda corresponde a la presencia de los amantes, tanto del hombre como de la mujer. La tercera, los esposos miden la conveniencia de haber asumido el oficio de ser amantes.

Primera jornada. Richard y Sarah, casados desde hace diez años, deciden tener amantes convenidos. Entonces ella recibe el suyo en la casa de la pareja, él de regreso del trabajo, visita por su lado a la que él considera prostituta. Siempre en las tardes, dos o tres veces por semana.
Cuando el hombre regresa del trabajo le inquiere a la mujer le cuente lo experimentado con el amante, si en los momentos culminantes la imagen del esposo llega a la memoria de la mujer, tal vez en esa necesidad de no sentirse olvidado, de no sentirse del todo dejado a un ni del todo traicionando.

Richard: (...) Así que esta tarde se te apareció una imagen mía, ¿no? ¿Sentado en mi oficina?
Sarah: Sí, así es. Aunque no fue una terriblemente convincente.
Richard: ¡Ah! ¿Por qué no?
Sarah: Porque sabía que no estabas ahí. Sabía que estabas con tu amante.

Para el hombre la relación que tiene con la mujer que visita no es amante sino prostituta, para él las prostitutas no son amantes.
La mujer recibe al amante en zapatos de tacón alto, vestida más ligera de lo que suele hacerlo cuando está con el esposo, en esa necesidad de penetrar ese otro universo done las antiguas reglas, conveniencias y comportamientos se destrozan para arrancarle a las situaciones el goce pleno de eso nuevo que se ofrece.
La infidelidad es compartida, hay correspondencia en este tipo de comportamiento, es así para dar sentido a la franqueza que los dos asumen; aunque para la mujer no sea fácil aceptar que la amante del marido sea tomada simplemente como prostituta.

Sarah: Sencillamente no es posible. Tenés tan buen gusto. Te importa tanto la gracia y la elegancia en las mujeres.

El hombre se empecina en denominarla de este modo dado que tiene claro que hoy puede amarla, mañana tal vez… Además no busca en la otra mujer el doble de su esposa.

Richard: (¿…?) No estaba buscando una mujer a la que poder respetar, como a vos, a la que poder admirar y amar, como hago con vos. ¿No es cierto? Todo lo que quería era… cómo decirlo… alguien que pudiera expresar y engendrar lascivia con toda la sagacidad propia de la lascivia. Nada más.

De modo que de lo que se trata, para el hombre, es de una aventura sin dignidad, para la mujer una aventura sensata. Son conscientes de que lo que se traen entre manos no es más que simple desechos de unas relaciones que no buscan perdurabilidad, que huyen de la monotonía cuando las relaciones son estrechamente formalizadas.

Segunda Jornada. Corresponde al ejercicio de ser amantes.
Aparece John, el lechero, ofrece sus productos; lo atiende, pero como absorta en la espera de del otro; mientras tanto arregla la vivienda, prepara el té, acomoda sillas, vuelve a abrir la puerta y quien está ahí es Max, el amante. Se enfrascan en los preludios del amor donde cuenta un artefacto: el tambor. En principio se muestran extraños, sin embargo el tambor es la clave para romper el extrañamiento: es el objeto que encausa el cortejo: resistencia, coqueteo.
Sarah está ahí, a merced de Max, y sabe bien de la intenciones que el hombre tiene respecto de ella. Comprende que tarde o temprano ella deberá llegar a una decisión, sin embargo, por el momento, no quiere sentir urgencia de ello. La mujer, en este momento es instante puro, total espiritualidad. Una cosa, ni consentida ni resistente. Sarah parece contemplar su cuerpo desde afuera, como un objeto pasivo, al cual le pueden ocurrir cosas, pero no tiene fuerza de voluntad para provocarlas ni evitarlas, todas sus potencialidades están fuera de su voluntad, es como si quisiese que no pasasen las cosas, pero deseando que pasen, que eso no se detenga.

Max: ¿Por qué tan tímida? ¿Eh? ¿Dónde está el encendedor?
(Él la manosea. Ella inspira.)
¿Acá?
(Pausa.)
¿Dónde está?
(Él la manosea. Ella profiere un leve jadeo.)
¿Acá?
(Ella logra separarse. Él la atrapa en un rincón.)
Sarah (entre dientes): ¿Qué se piensa que está haciendo?
Max: Me muero por una pitada.
Sarah: ¡Estoy esperando a mi marido!
Max: ¡Déjame sacarle fuego!
(Forcejean en silencio. Ella se zafa y va hacia la pared. Silencio. Él se acerca.)
¿Se encuentra bien, señorita? Acabo de deshacerme de ese… caballero. ¿La lastimó de algún modo?

En este juego lascivo y barato, juego ordinario, no exento de lubricidad, la ambigüedad se extrema. Acaso está ahí John, acaso Max, para luego la escena derivar hacia un parque, una cabaña, donde la mujer es protegida por el guardaparque; pero, en este caso la lascivia viene de la mujer que recorre con sus dedos los muslos del guardaparque que le advierte ser casado.
En este juego de amantes la mujer también es Dolores, también es Mary. Personajes varios con sus ansiedades y temores que sólo quieren el instante de asumir el juego, el infinito juego del deseo; alteridades que se multiplican preguntando por el otro, cuándo el otro, dónde el otro, cómo conocerse para dejar de ser ausencias que corroen el hecho de ser clandestinos, en una necesidad de detener engaños, como le ocurre a Max, que, al contrario de Richard, no se acuesta con una puta, sino que realmente tiene una amante de tiempo completo. Max, el atormentado, que cree y repite que cuanto hacen no está bien, pero a lo que Sarah hace caso omiso.

Sarah: (…) (Pausa.) Te gusta que te susurre. Te gusta que te ame, susurrando. Escuchá. No tenés que preocuparte por… esposas, maridos, esas cosas. Es tonto. Es realmente tonto. Sos vos, vos ahora acá, acá conmigo, acá juntos, de eso se trata, ¿o no? Me hablás al oído, tomás el té conmigo, hacés eso ¿no?, es lo que somos, somos nosotros, ámame.

Aquí se da la noción de instante, el instante puro, sin nada que lo ligue al pasado ni al futuro, desvinculado de causas y efectos.

Tercera jornada. Presentes Richar y Sarah. La conciencia del hombre de que el juego tiene que acabar.

Richard: Ese libertinaje tuyo.
(Pausa.)
Esa vida depravada. Esa senda ilegítima de la lujuria.

El hombre ha adquirido consciencia de que son marido y mujer y por tanto sufren la ignominia de la infidelidad, pero a la vez es su deseo saber cuál de los dos, el amante, o el esposo, es el más querido por la mujer, entonces ordena a Sarah.

Richard: Llévatelo al campo. Búsquense un zanjón. O una pila de chatarra. Busquen un basural. ¿Mmmm? ¿Qué te parece?
(Ella está de pie, quieta.)
Compren una canoa y búsquense una laguna estancada. Cualquier cosa. Cualquier sitio. Pero no el living de mi casa.
Saraha: Me temo que eso no es posible.
Richard: ¿Por qué no?
Sarah: Dije que no es posible.
Richar: Pero si tanto querés a tu amante, seguro que lo más obvio que podés hacer es eso, ya que su entrada en esta casa desde ahora está vedada. Estoy tratando de ayudarte, querida, por el amor que te tengo. Eso es evidente. Si lo encuentro en esta casa, le voy a patear los dientes.
Sarah: Estás loco.

De nuevo aparece el tambor, lo descubre Richard en su armario: entonces se presenta otra ambigüedad, qué es eso de ser marido, que es eso de ser amante, igualmente la conciencia del hombre de cómo la mujer es un ser completamente inaprensible para él como marido, en cambio accesible para el amante.

Richard: ¿Cómo lo usa? ¿Cómo lo usás? ¿Lo tocás mientras estoy en la oficina?
(Ella trata de sacarle el tambor. Richard se aferra a él. Están quietos, sus manos en el tambor.)
¿Qué función cumple esto? Supongo que no es solamente un adorno. ¿Qué hacen con esto?
Sarah (con tranquila angustia): No tenés derecho a preguntarme. Ningún derecho. Fue nuestro acuerdo. Ninguna pregunta de este tipo. Por favor. No lo hagas, no lo hagas. Fue nuestro acuerdo.
Richard: Quiero saber
(Ella cierra los ojos.)
Sarah: No lo hagas.
Richard: ¿Lo tocan los dos? ¿Mmm? ¿Lo tocan los dos? ¿Los dos juntos?

Ahora la ambigüedad se exacerba, pues la mujer le espeta que no es sólo un amante, son muchos, tantos los visitantes, “desconocidos, absolutamente desconocidos”. De modo que el tambor es el lugar para imaginar otros hombres, otras mujeres, las múltiples infidelidades, los múltiples adulterios de lo que son capaces. Igualmente el tambor se nos muestra como el lugar para encadenar con su mujer el fuego, el artefacto que les permite encender el fuego, el fuego de sus cuerpos; entonces, en esa necesidad de trascender más allá de lo que la relación de pareja les ofrece, se transforman en amantes, en amantes como han venido siendo; sólo que este caso no es la mujer que se mete debajo de la mesa del comedor sino el hombre que avanza para acariciar los muslos de la mujer y ya no en tardes sino no también en la noche, amantes de día, amantes de noche.

Mirada al amor flexible

Una condición del hombre actual es que deben crearse, individualmente, sus propios atributos (Ver la novela de Robert Mussil, El hombre sin atributos). Es un hombre sin vínculos, particularmente sin vínculos fijos, establecidos. Como no tiene vínculos inquebrantables y establecidos para siempre, el hombre amarra lazos que prefiere usar como eslabón para ligarse con el resto del mundo humano, basándose exclusivamente en su propio esfuerzo, con la ayuda de sus propias habilidades y de su propia persistencia. Por lo mismo, deviene una extraña fragilidad de los vínculos humanos y sus sentimientos de inseguridad*.
Hoy, somos descartables, abandonados a nuestros propios recursos, a la vez desesperados por relacionarnos, pero desconfiados en eso de de "estar relacionados", particularmente para siempre. Se teme que las relaciones se vuelvan una carga, ocasione tensiones, que puedan limitar la libertad para relacionarse. Hemos desembocado en un mundo de "individualización" y de pura ambivalencia. Las relaciones resultan insatisfactorias y, si son satisfactorias, el precio que suele considerarse es excesivo e inaceptable, en donde se da simultáneamente atracción y repulsión; esperanza y temor igualados. Ahora las parejas, ávidas de encontrar otras vías, recurren a asesores, o, como en el caso de El amante al juego de roles, con el fin de consolarse de que no están solos, una especie de consumo de personalidades que los extrae de la asfixiante burbuja de las relaciones de pareja, en una necesidad de someterlas permanentemente a revisión.
Los compromisos ya no son a largo plazo, si lo son se debe tener por sabido que este compromiso cierra las puertas a otras posibilidades amorosas que puedan ser más satisfactorias y gratificantes. Disfrutar de cosas nuevas y diferentes. Relaciones laxas, ligeras, para poder deshacerse de ellas en cualquier momento. Relaciones que transmiten simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del encierro, por lo que hoy se habla más de "conectarse", de "estar conectado"; en vez de hablar de parejas, se prefiere hablar de "redes". Relaciones veloces, de fácil acceso y salida. Se necesita estar en movimiento. Seguir en movimiento, antes un privilegio y un logro, se convierte ahora en obligación. Se necesita mantener la velocidad. Los descompromisos son fáciles.
Hoy se da una súbita abundancia y aparente disponibilidad de "experiencias amorosas", lo cual ha hecho creer que se adquiere destreza en el asunto, que se puede aprender a amar, que el dominio aumenta en este terreno; pero esto no es más que ilusión. Entre más experiencias amorosas, lo que se sabe, finalmente, es que deben terminar rápido para volver a empezar desde el principio. Don Giovanni de Mozart, es el arquetipo que viene a ser, finalmente, también, el "impotente amoroso", según lo analiza Sören Kierkegaard (citado por Bauman en su libro Amor líquido), sometido a la infatigable búsqueda de experimentación; con lo que desemboca más bien al desaprendizaje del amor, a una "incapacidad aprendida" de amar, que es lo que ocurre con Sarah y Richard.
El amor, así, es como cualquier otra mercancía, seduce, atrae por lo imprevisible, por lo incognoscible, por el deseo de encadenar lo errante. Es un debatirse para concretarse, pero en el momento del triunfo, se topa con derrotas. Quiere sepultar la incertidumbre, pero si lo consigue, el amor empieza a marchitarse; no se puede desprender del espectro de Tánatos. Sarah o Richard se atraen, se seducen pero hay una distancia intolerable entre los dos, distancia que es una brecha, pero que por la ansiedad y el deseo se torna precipicio; el amor está siempre al borde de la derrota, disuelve su pasado en la medida en que avanza. Nunca se adquiere la confianza suficiente para dispersar las nubes y apaciguar la ansiedad. El deseo está permanentemente presente. Por eso los miembros de la pareja ansían buscar nuevos campos de pastoreo. El deseo es anhelo de consumir, en tanto que el amor es ansia de poseer, de querer preservar el objeto querido. El deseo absorbe, devora, ingiere y digiere, incluso de aniquilar; sólo necesita la presencia del otro, la alteridad. "Esa presencia es siempre una afrenta y una humillación. El deseo es impulso a vengar la afrenta y disipar la humillación del sometimiento del uno para el otrro. Es la compulsión de cerrar la brecha con la alteridad que atrae y repele, que, que seduce con la promesa de lo inexplorado e irrita con su evasiva y obstinada otredad. El deseo es el impulso a despojar la alteridad de su otredad, y por lo tanto de su poder" (Bauman, Amor líquido). Se explora, familiariza y domestica la otredad.
Se da entonces, en los dos protagonistas, un deseo de compartir cama, en el que no se necesita golpear muchas puertas para que lo dejen entrar. Se busca comprobar compatibilidades (signos del zodíaco, marcas de ropa, autos, etc.). Pero en esta aceleración de obtener nuevas experiencias tal vez de lo que se trata no es de deseo sino de hacer el amor por ganas. El asunto aquí es que la cosa nazca para morir inmediatamente, una vez cumplido el cometido. Rápida aparición, veloz extinción de las ganas. Entonces lo que surge es la necesidad de repetir, una y otra vez, dejar que el anhelo dirija la escena sin libreto prefijado. Es lo momentáneo, con la esperanza de que no habrá consecuencias duraderas que puedan impedir otros momentos de júbilo y éxtasis. Las parejas, entonces, satisfacen las ganas en vez de un deseo, esto implica dejar abiertas las puertas a otras posibilidades "románticas" que serán más satisfactorias y plenas.
Una relación inspirada por las ganas sigue las pautas del consumo. relaciones para el consumo inmediato y para uso único, "sin perjuicios". Relaciones descartables. Si la cosa no funciona se cambia por otra, que se supone más satisfactoria. De este modo devienen relaciones desechables para adquirir versiones nuevas y mejoradas. Ahora bien, una relación es una inversión como cualquier otra. La inversión en una relación espera seguridad en diversos sentidos: "la cercanía de una mano que ofrezca ayuda en el momento en que más la necesite, que ofrezca socorro en el dolor, compañía en la soledad, que ayude cuando hay problemas, que consuele en la derrota y aplauda en las victorias; y que también ofrezca una pronta satisfacción" (Bauman, Amor líquido); pero, ojo que la relación no sea a largo plazo. Esto no implica que no se pueda mirar hacia otro lado. Nada a largo lazo es el lema. Pero esto tiene doble filo, aumenta la inseguridad; no se tiene el poder de impedir que su pareja opte por romper el acuerdo. Se está sometido al azar, al mismo azar que cuando se tira al aire una moneda. Entonces no queda más que el juego se prolongue, hasta en la misma seguridad de sus relaciones formales, en el ejercicio de ser amantes, como ocurre con los protagonistas de la obra de teatro El amante.


Bibliografía

- Pinter, Harold, El amante, Buenos Aires: Editorial Losada S.A., 2005 (1963).
- ……. Arte, verdad y política. Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico, 2006.
- Bauman, Zygmunt, Amor líquido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005 (2003).
- Mussil, Robert, El hombre sin atributos. Buenos Aires: Siglo XXI, 1986.

* Para estas reflexiones me apoyo en la obra de Zygmunt Bauman, Modernidad líquida.