Seguidores

domingo, 21 de marzo de 2021


    • Bogotá, 1 de mayo de 2006


    • Ben Hur, el guía, el reposo


    • La escritura, la escritura, todo un universo de entradas y salidas, de recodos y líneas rectas, de selvas y desiertos, de nichos y campos abiertos, de patios angostos y solares infinitos, de calles y habitaciones, donde la imaginación transita, pues la escritura es eso, tránsito, viaje, nomadismo; comienzo para una eterna partida sin llegada a lugar alguno; escampados no más para resguardarnos de la intemperie, un tanto nada más, porque la tarea continua, sin posibilidad de hablar de fatigas, pues sentirla y quedarse en ella, es derrota, (alivio del cuerpo, sin embargo), derrota de la imaginación, de la esperanza, de la ilusión. Aquí no se economiza nada, todo se da, se ofrece, se comparte y siempre con sonrisa, con risa, con juegos, con gestos, siempre un ritual, un modo de apropiarnos de eso que está más allá o más acá de esta porosa esfera de la realidad que, alocada, y sin vergüenza, se nos pega al cuerpo, se viste de zapatos, camisa, pantalón, faldas, blusas, aretes para, en bailes coquetos, sumergirnos en danzas a veces caóticas, a veces paradisíacamente ordenadas.

    • Digo, pues, que la escritura es tránsito, movimiento continuo de este mundo al mundo otro, de esto a aquello, del cuerpo al fantasma, de la palabra dicha a la palabra que se inventa en el instante, y, en este tránsito alguien es reposo, es descanso, es fuente para beber otras esperanzas, otros juegos; una mano tendida con el temblor emocionado de dar sin esperar nada, nada más ofrecimiento, una ofrenda permanente que uno toma porque ha sido dada ahí, con la pureza del sentimiento, con el calor siempre vital de quien no necesita decir ten esto, ten aquello, sino simplemente un río que se vierte en abundancia y se desborda en el alma del viajero de la escritura. 
    • He sido y soy ese viajero, ese que espera siempre, y repito siempre dado que no es mi afán dejar de esperar, pues mi destino es esto, esperar en movimiento, esperar haciendo, esperar en esta eterna movilidad, sin dejar de ser nómada, vagabundo, jugador o turista, por esto de los libros y de la escritura. Y bendito (no tanto desde la postura cristiana) que esto sea así cuando en mi caminar primero, en mis años mozos, en el lugar de mis pusilanimidades y mis timideces y posteriormente en mi trayectoria como buscador de imágenes para cernirlas en historias,  apareció y ha estado siempre el Hombre, con mayúscula, que me ha dado (nos ha dado, el grupo Contracartel lo sabe bien) la savia de su generosidad humana y literaria, sin esperar nada, sin imponer nada, con una libertad y una voluntad de hierro y de fuego en el hierro, mano firme pero igualmente delicada para decir quizá, probablemente, tal vez, es posible, acaso, no porque no haya determinación, fuerza de ingenio, sino porque su carácter de sabio de las montañas descansadas de Laboyos lo llevan a hacer las cosas de este modo para orientar en esta exacerbada voluntad de sofaldar mundos con el fin de encontrar otros pliegues a la realidad.

    • Recuerdo el lugar donde vi por primera vez a Ben Hur Sánchez Suárez. Entre la Carrera Séptima y Quinta, junto a la Biblioteca Nacional, en una casa que luego fue derribada para construir lo que es hoy Museo de Arte Moderno; alguien presentaba el libro de un escritor que no recuerdo, y la Embajada Checa tenía que ver con esto. Yo estaba allí por sed de conocimiento, al tiempo para untarme de escritores, para saberme entre ellos, cuando entonces me encerraba en mi cuarto para leer, leer, tomar notas en mis cuaderno, cuadernos que siempre he llevado para llenar con anotaciones de libros, de cosechas personales, de cosas escuchadas en la calle, en recintos o en vehículos de servicio público, y, de vez en cuando aventurar un relato, un cuento, un poema, una novela que me sacaban la piedra porque siempre resultaban malogrados por la precariedad de mi escritura. Entonces, venciendo mi timidez, mi pusilanimidad, esperé, esperé, pues siempre estaba el maestro al lado de alguien que yo no conocía, para decirle que escribía, que tenía escritos que necesitaba orientara. 

    • Sabía de Ben Hur porque, en periplos por la ciudad, entre una librería y otra, había visto y comprado dos de sus novelas, La noche de tu piel y A ritmo de hombre, que había leído en mi afán por averiguar cómo se arman historias de manera estética y convincente. Entonces, ahí la oportunidad de acercarme al legendario escritor que igual que yo habitaba la ciudad; la ciudad nos acercaba aunque las rutas por ella no se cruzaran, sin embargo ahí cerca, tal vez en paralela, tal vez un instante antes o después el lugar de los cruces, sin que la memoria se alimentara de palabras y de imágenes, alcanzable en lo humano inmediato, lo cual hacía tangible y posible en mi futuro. Y ahí estaba, ahí para esperarlo; él, elegante, su chaqueta de gamuza, sus pantalones de paño, su distintiva corbata, conversando; y mi espera interminable, sin saber qué decirle en primer momento, cómo abordarlo cuando nadie estuviera a su lado. Y, finalmente, claro, tan claro como cantan las aves en día veraneados, fue gentil, aquiescente, benevolente, me dio los datos donde trabajaba, quería leer mis cosas.

    • Y las leyó cuando se las llevé a la Editorial Voluntad, donde entonces dirigía el Departamento de Publicaciones. Me sentí incómodo por su paciencia para poner atención en mis escritos que no lograban concretar ni la historia ni la justicia de la escritura; al final, como si hubiésemos transitado trechos de la ciudad, conocida para comunicarnos sensaciones, me ofreció la posibilidad de participar en un grupo que se hacía llamar Cotracartel, su nombre me llamó la atención por su contenido contestatario, por su necesidad de ir contra el establecimiento, cuando el establecimiento es una gran calaverada de negaciones del otro, de imposturas sociales y políticas.
    • Luego, ¡oh sorpresa!, en lo que he denominado covacha, dos cuartos de bajo techo, encima del garaje de una casa estilo inglés, que por desarrollo de la ciudad derribaron en parte para construir la Avenida 53 con Veintiuno, aparecieron Alonso Quintín Gutiérrez y Cristóbal Valdelamar, altos, delgados, caminar un tanto encorvados para no tropezar la cabeza con el techo de la habitación. Ben Hur les había hablado de mí y me invitaban a hacer parte del grupo. En mi interior me preguntaba qué había en cuanto había hecho para que, en primer lugar mereciera atención del maestro, luego del grupo en comisión. Aún me pregunto que pudo haberles dicho Ben Hur al grupo para que hubieran tomado tiempo de sus vidas literarias y acercarse al lugar de mis insomnios de aprendiz de escritor.

    • Desde entonces, he sabido que Ben Hur ha estado presentándonos a La solterona, esperando tal vez que los hombres le propongamos matrimonio con el fin de extraerla de su soledad sin hombre; desde entonces ha tratado de enterrar El cadáver, con la ayuda de nuestras fuerzas rebeldes; nos ha llamado al orden de comprensión en el cual las cárceles son más que silencio, es decir, son pura memoria y olvido en Venga le digo; desde entonces nos ha hablado del exilio y el amor, nos ha mostrado el amor materno y paterno como refugio más cierto, cálido y humilde para construir en medio del azar la imaginación y la incertidumbre que empuja a otras luminosidades.

    • Ahora, Ben Hur, desde su labor cumplida como funcionario de instituciones, sin el azore del trabajo aguijoneando sus gustos, sus deseos, nunca en reposo, ahora aunque no está presente en lo cotidiano de nuestras premuras por esta ciudad de Bogotá, pues vive en Ibagué, no es el ausente sino el presente, su sabiduría está con nosotros, su orgánica expresión llena de humor sigue batiéndose invicta en nuestras reuniones. Aquí nunca han dejado de estar, sus novelas, sus cuentos, sus relatos, su pintura; no dejan de orientarnos, nos permiten escuchar su voz de protesta y de amor; Ben Hur sigue siendo el conductor de esta nave de locos que le revuelcan las tripas a esta sociedad amodorrada frente a las repetidas imágenes de modas y modales de quienes se arrogan el derecho de ser conductores de almas ensimismadas en pantallas. Él es un lugar de reposo, de descanso, de guía para luego emprender otras rutas con más argumentos para entender e interpretar esta velocidad en la que pareciera no haber tiempo para asumir y sentir porque lo que nos acicatea es esa desmesurada avidez de novedad donde hay mar de conocimiento con cero profundidad. Ben Hur, espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  de guía para luego emprender otras rutas con más argumentos para entender e interpretar esta velocidad en la que pareciera no haber tiempo para asumir y sentir porque lo que nos acicatea es esa desmesurada avidez de novedad donde hay mar de conocimiento con cero profundidad. Ben Hur, espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  de guía para luego emprender otras rutas con más argumentos para entender e interpretar esta velocidad en la que pareciera no haber tiempo para asumir y sentir porque lo que nos acicatea es esa desmesurada avidez de novedad donde hay mar de conocimiento con cero profundidad. Ben Hur, espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.     espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.   espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades.  espero que esté ahora y siempre con nosotros para restablecer el ritmo que la vida parece haber perdido en este lugar de consumo y de soledades. 



No hay comentarios: