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viernes, 24 de agosto de 2012


Fragmentos de un pensar los medios y la ciudad
(4.570 palabras - 9 páginas)
Lic. Jairo Restrepo Galeano ©
Antropólogo (Cartagena de Indias, Colombia)

El tercero entre dos términos
Normalmente los hechos han sido interpretados con base en teorías, cuerpos conceptuales que dicen lo que los hechos son, cuáles sus contenidos, cómo se organizan; esto implica un universo cerrado, total, alrededor de esos hechos; como marcos de contenido implican que necesariamente se excluya lo otro, lo que no corresponde a este marco; estos otros hechos o realidades son tomados por otros y se totalizan desde otra teoría. Casi siempre éste otro mundo conceptual es opuesto al anterior. En consecuencia, pareciera haber una estructura profunda en la que los términos opuestos, las dicotomías, fueran la regularidad, lo común. Esto muestra un esquema de pensamiento del siguiente modo: Lo uno o lo otro.
Veamos los medios de comunicación, la necesidad de comprender el objeto de estudio desde dicotomías como: influencia o no influencia de los medios sobre la sociedad, si reflejan o no reflejan la complejidad social, la autonomía o no autonomía de los mismos.
Cuando se habla de los medios de comunicación como reflejo de la sociedad, uno pregunta qué es lo que reflejan. Si reflejan algo, entonces los medios de comunicación son espejos, mensajeros de la realidad. Aquí se argumenta que los verdaderos profesionales de la comunicación, además de verificar la exactitud de lo que se informa, son escrupulosamente imparciales en el modo en que contrapesan opiniones expuestas; transmiten el mundo real tal como es. Limitan la influencia de las personas y las experiencias subjetivas que condicionan la elaboración de las noticias. Se alega aquí que los cánones del profesionalismo son suficientes para sostener la idea de que los medios reflejan la realidad objetiva. Los medios que utilizan los periodistas, las fuentes y los requerimientos organizativos, determinan la noticia, de este modo éstas no son más que el resultado de procesos organizativos e interacciones humanas.
La pregunta aquí es, ¿qué tanto un equipo humano es representativo de lo público, si este equipo o un miembro de este equipo pertenece a un grupo social de elite, con referencias muy particulares? ¿Qué tan representativo puede ser un medio de comunicación de lo popular, si hay una comercialización excesiva de los medios de difusión, donde se desdibuja la diferencia entre noticia y espectáculo?
De otra parte, sabemos que la información se selecciona y se presenta como noticias dentro de un sistema de significados socialmente organizados. "Las noticias se comunican a través de un sistema simbólico de la sociedad. Se inspiran en los supuestos, en las imágenes y en las cadenas de asociaciones, que están incrustadas dentro de la tradición cultural... Desde este punto de vista, las noticias son el producto de la cultura de la sociedad y de la industria dentro de las cuales se elaboran". Visto así, los medios no son sólo el reflejo de la realidad pura e inmediata, sino más bien como unos exponentes sociales de las actitudes y de los sentimientos. Según este criterio, los medios de comunicación responden a los cambios propuestos por la sociedad.
Otros describen a los medios como reflejo no de una cultura común y de una sociedad unificada, sino de una pluralidad de grupos sociales y de la existencia de híbridos. Dentro de este modo de conceptuar se esgrime que la competitividad dentro del sistema de mercado obliga a los medios de difusión a responder a los deseos, las necesidades y los puntos de vista de lo público. Los sondeos de audiencia comercial o política están en constante alerta, para recoger el más mínimo indicio de un cambio en las referencias del público. Así, el consumidor es soberano.
Otro modo de razonar dice que la audiencia no es simplemente un recipiente vacío a la espera de ser llenado. Tiene sus propios valores, sus propias opiniones, sus propias percepciones, formadas por una previa socialización. Incluso cuando las personas no saben nada de los sucesos que informan los medios de difusión, éstas tienen mapas simplificadores de significados (esquemas interpretativos) que les permiten asimilar la información de un modo selectivo."
En otro orden de ideas, se habla de los efectos de los medios de comunicación de masas sobre la producción y el consumo cultural de los distintos grupos sociales, es decir, los medios de comunicación moldean a la sociedad. Se piensa que el acontecer cultural de estos está bajo la bandera de la cultura masiva. Se cree que las percepciones pueden ser moldeadas y manipuladas por los medios. Así que las imágenes que difunden estos están signadas por los intereses del poder, de las instituciones; entonces pueden ser abiertamente racistas o segregacionistas; es común ver en nuestros medios vídeos, películas, etc. donde quienes desempeñan papeles de narcotraficantes son colombianos, donde quienes desempeñan oficios de la casa, en hogares del país del norte, son latinos, donde los negros normalmente son quienes consumen droga; poco se alienta a mostrar la realidad política, social, cultural del mundo en cuestión; más bien lo que se da son configuraciones diferentes, acaso completamente distintas. Uno concluye: los medios de comunicación están mejor preparados para los esquemas, para la caricatura y el sensacionalismo, que para la comprensión de los procesos de la cultura.
Noten ustedes, cómo cada modo de pensar los medios está señalado, por la manía de manejar términos opuestos, excluyentes, sin tener en cuenta que entre un término y otro, entre lo uno o lo otro, entre lo blanco o lo negro, hay un tercer término, el lugar donde se encuentran los opuestos, el espacio donde se encuentra la inmensa diversidad cultural, los modos de acceder o de hacer cultura, los lugares de compresión de los hechos.
Veamos el siguiente apotegma: ''Ver es creer",
Ahora pensémoslo de la siguiente manera: "Traer es ver".
Aquí nos encontramos con que si vemos primero para creer después, los medios de comunicación influyen en la percepción que la sociedad tiene de las cosas. Desde la otra perspectiva significaría que tenemos un sistema de creencias, valores, conductas, comportamientos que influyen en el modo cómo los medios regresan a la sociedad el conocimiento previo. Cuál de los dos términos tiene razón. Ninguno en particular, en cambio sí en conjunto. ¿Entonces, por qué no pensar la relación medio-sociedad no como lo uno o lo otro, sino como lo uno y lo otro? Así el universo conceptual será abierto.

Un tercero mediador
Veamos el siguiente esquema de composición social: lo privado, lo común y lo público; tres modos de asumir lo cultural; compartimentos no aislados sino interdependientes que conforman un todo integrado; se afectan unos con otros en una red infinita de relaciones; en lo privado tendríamos el intercambio de relaciones y procesos que corresponden a lo cotidiano de un individuo, de una familia, de un grupo; en lo común, las conductas, comportamientos y actitudes hacen parte de lo que ocurre fuera, de lo que al exterior conforma una red de relaciones sociales, de intercambios comunes al individuo, al grupo, al conglomerado mayor, congruentes con los símbolos, los imaginarios, con los oficios que atañen a todos; en cuanto a lo público hallamos las reglas, las regulaciones, las políticas a seguir tanto en lo privado como en lo común y al interior mismo de lo público.
Dadas estas esferas, ¿dónde ubicar los medios de comunicación? En consecuencia con su carácter de mediación, de recolector de voces sin discriminación raciales, ideológicas, de clase, necesariamente debe establecerse como puente entre lo privado y lo público, o sea en lo común, participa tanto de lo privado como de lo público sin dejar de ser común. Debe hacer que las distintas esferas se superpongan. Interconexión y superposición tanto en los contenidos como en las formas; tanto en lo que se dice como en cómo se dice, por quién y para quién. El problema aquí hacia cuál lado se inclina más.
Ahora bien, estas tres esferas no son una substancia, ni una esencia del mundo social, y sí, en cambio, tiene que ver con la eficacia participativa e identificatoria, emocional o simbólica que hace de los comportamientos oficios verdaderos, oficios con sentido: mitos, leyendas, danzas, fiestas religiosas, celebraciones patrias, culto a símbolos. Mundos que comparten tanto los productores como los, intérpretes de tales comportamientos que constituyen grupos de pertenencia; particularidades atravesadas por otros campos culturales como lo histórico, lo nacional, la ocupación, la edad, etc. Unos medios de comunicación que no tengan en cuenta esto siempre proporcionará información parcializada, sesgada, desorientadora.
En consecuencia con lo anterior, para entender mejor la relación medios de comunicación-sociedad, hagamos las siguientes preguntas:
a.- En la relación de lo privado con los medios de comunicación. La pregunta a hacernos sería: ¿Son los medios objetivos, independientes, participativos?
b.- En relación con la influencia de los medios sobre la producción de lo privado, de lo común, de lo público. ¿Cuáles las influencias recíprocas que puedan identificarse entre la producción de lo privado, lo común y lo público? ¿Cuál sería la diferencia entre lo que circula por canales orales y los que circulan por canales eruditos?
Cada una de esta variables constituyen una problemática específica, por tanto los conceptos, orientaciones y tratamientos son diferentes, sólo así podemos entender la comunicación como agente activa del espacio donde se normalizan las formas textuales, la construcción de los referentes y las praxis comunicativas de cualquier relato.
Es innegable que la influencia de los medios de comunicación se incrementa más si sus mensajes se acercan a la experiencia personal, o se apoyan en influencias interpersonales o son consecuentes con las normas y el comportamiento social. También tiene sus efectos en los aspectos de cómo las personas hacen evoluciones, por ejemplo, en el hecho de cómo se juega el comportamiento de los líderes políticos. Los medios de comunicación, no hay duda, han transformado la conducta de las elecciones, y tienen su influencia en la selección de los líderes. Es también cierto que los medios facilitan el funcionamiento de la sociedad; informan sobre el electorado, actúan como canal de comunicación y de influencia en dos direcciones, actuando entre el gobierno y los gobernados; proporcionan un control ante el abuso del poder del estado a través de la apertura de información. Alguien dice: "Estimulan la unión de intereses dentro del proceso político, suministran un canal de comunicación entre las elites, facilitan la revisión de las metas y de las políticas de la sociedad a través del debate colectivo y ayuda a la sociedad a identificar problemas y tensiones sociales para adoptar los remedios políticos apropiados .
Pero, ¿hasta dónde los medios de comunicación son autónomos?, ¿hasta dónde son independientes del estado como de los subsistemas sociales?, ¿son independientes de las ideologías, de los grupos económicos, políticos? Hay quienes piensan que por la pluralidad de culturas, por la democracia semiótica de los discursos, sencillamente no puede haber discursos dominantes. En consecuencia la dominación es débil e ineficaz, ya que las gentes constituyen sus propios significados. Dicen: "No tenemos por qué preocuparnos por si la gente mira televisión, si consume varias horas al día imágenes anuncios y valores, pues los espectadores son críticos y permanecen activos."
Sin embargo, hoy la industria de los medios de comunicación alcanza límites de analfabetismo cumbres. Se desposee al oyente de sus lecturas. Se lleva al consumidor a la tendencia de no establecer relaciones, a no buscar algo parecido a un sentido. En La radio, por lo menos se ofrecían y de algún modo se ofrecen, discursos, mesas redondas que de alguna manera proporcionan un significado; en estos se exige, hay ejercicio de concentración mental, claro, cada vez menos, pues se necesita espacio, por razones económicas, que den cabida al nombre de un ídolo o de un artículo de marca. Para los medios, la carga de la lengua es demasiado pesada y embarazosa, entonces ya no se dan significados, ya no se ofrecen contenidos.

La dificultad de imaginar
Quién accede a un medio de comunicación, por ejemplo la televisión, parece, no descompone imágenes, no descodifica las imágenes. ¿Qué significan las imágenes para él? No mucho. A pesar de esto, el centelleo de la pantalla despierta en el observador de la imagen un interés duradero, íntimo, casi voluptuoso; su aparato de percepción está ocupado, fascinado.
Los medios han querido siempre un público pasivo, no hay duda, han hecho un público que no quiere que se le importune con contenidos, que lo obliguen a pensar, a recordar el mundo que está más allá de su inmediatez. Esta masa ha sido desconectada de su aparato de percepción y no quiere verse obligado a pensar todo cuanto ve. Se me dirá, pero es que no puede afirmar que este público es zombi, pues allí donde dirija la mirada éste puede ver algo, algo como un resto de incandescente contenido. Cierto, puede ver algo, pero no relaciona ese algo con otro algo.

Un adecuado decir
Una pregunta que me asalta, y que habrá que procesar, habrá que investigar, por el momento es intuición, es poética. La pregunta es: Cuando se dialoga, se escuchan discursos, se ven imágenes, el espectador evoca otros signos, otros símbolos. Explica esto que ve con lo conocido por él de antemano. Sospecho que productor e intérprete no participan del mismo proceso de cooperación. ¿Evidencian una misma modalidad de control de dichos signos? Pienso que no es posible. Pues quien habla no sabe decir y quien escucha no sabe escuchar. Cuando el que habla no sabe decir obliga al otro a dispersarse, a perderse en esferas de su propio discurso, desconectado, las más de las veces, de lo que el otro dice. Un decir así no es corporativo. No se sabe decir porque se tiene la idea errónea de que lo que se tiene delante de sí es una audiencia homogénea, genérica e indiferenciada y lo que en últimas se da es un rol adverso a la producción de los rasgos culturales propios.

Los lenguajes
Los lenguajes de los hechos son tan importantes como los hechos mismos, como los resultados de los hechos, por esto en las noticias, en los comunicados oficiales, las palabras lo dicen todo u ocultan todo. Por ejemplo, si utilizamos la expresión "daños colaterales", empleado oficialmente y adoptado por la prensa, cada vez que una bomba del Otan mata civiles, es un modo de ocultar lo que es decir: murieron mujeres, ancianos y niños. De otra parte hay que tener claro desde qué contexto, desde qué situación se califica al otro, lo otro, al enemigo: puede ser criminal, bárbaro o fascista. En lo que respecta a Colombia, el lenguaje con el cual se define los hechos, se nombran los actores, se califican las acciones, poseen su determinante. Aquí nos cuidamos del vocabulario extremista, de lado y lado, para descalificar al enemigo. No se llama a los guerrilleros, "cuadrilla de delincuentes, como lo puede hacer por ejemplo, el ejército; entonces se habla de frentes, de bloques de alzados en armas; también, para quitarle beligerancia a los enfrentamientos a los secuestros, se les denominan retenciones. En esta repetición de las palabras, de la noticia, las palabras agotan su sentido, acostumbran un sentido que ya no conmueve.
¿Cómo pueden los medios evitar tomar partido, sin quererlo, por la sola manera como es redactada la noticia? ¿Cómo no caer en la trampa de esas palabras que, a pesar de estar coronadas por una aureola de precisión técnica, son igualmente engañosas?
De alguna manera debe haber un mínimo de objetividad. Los enviados a cubrir los conflictos en Colombia suelen correr el riesgo de parcializarse por uno de los implicados en el conflicto. Esto implica que hay un manejo de ideología. Tanto en los conflictos como en la normalidad, la objetividad es difícil de guardar. Sin embargo, la imparcialidad sigue siendo deseable salvar, sin que esto implique cerrar los ojos o agachar la cabeza.

Por fin la voz de los que no tienen voz
Los medios de comunicación producen significados, ¿pero, cómo los reciben las audiencias? Los significados suelen ser incoherentes, contradictorios, presentan lagunas, incluso se dan oposiciones internas entre los textos, ambivalencias cruciales. Programas relativamente abiertos y ambiguos delegan la producción de significado al espectador o al productor, mas no al medio. En este caso, la audiencia se nos vuelve productora de significado, no responde según formas prescritas, a significados fijos y preconstituidos. El significado se construye a través de la interacción entre el texto y las posiciones discursivas y sociales de las audiencias. Grupos divergentes responden de forma muy distinta. Estas diferencias reflejan diversos discursos e instituciones en los que dichos grupos están situados. "Esto pone de relieve la importancia de las distintas formaciones subculturales dentro de una misma clase al generar distintas respuestas por parte de la audiencia". Esto nos permite valorar con cautela la influencia de los medios de comunicación en la sociedad. Las diferencias lingüísticas y culturales tienen mucho que ver en esto.

Los foros desaprovechados
Hay distintos foros desde los cuales orientar la sociedad. Entre estos tenemos: los espacios de las iglesias, sus sermones; los profesores, en las aulas; los medios de comunicación, periódicos, vídeos, radio y televisión. Cada uno de estos tiene en sus manos la inmensa posibilidad para decir cómo son las cosas. Sin embargo, no se han sabido manejar; la sociedad, la comunidad, el pueblo, no sabe dónde está, qué horizonte mirar, que camino seguir, qué entender o comprender de las cosas. Lo que se dice se enmascara, se oculta o se miente. ¿Por qué ha sido así?, ¿qué nos está ocurriendo? ¿Por qué no llegamos a la comunidad con nuestros discursos? Acaso hemos dejado de pensar en procesos, la ausencia de estos no hace posible la comprensión y si no hay comprensión no estamos ubicado en lugar alguno. Si no se genera un discurso que dé a comprender las relaciones entre hechos, lo que se asimila, de parte de quien escucha, es un mundo fragmentado, inconexo.
De esto sólo nos queda escuchar información inmediata, superficial, ruidosa y desconectada de la realidad. Esta fragmentación del conocimiento no permite el conocimiento en su verdadera dimensión cultural, y como consecuencia nuestra dificultad para actuar corporativamente; de este modo es difícil respetar al otro. Así, nuestra particularidad cultural, nuestra territorialidad asomada al vértigo de globalización corre el riego de diluirse, de disolverse en la generalidad y un mundo otro donde se sufre de extrañamiento y de uniformidad. Se traspapela la identidad.

Las responsabilidades incumplidas
Hoy, el estado debe responder a una sociedad personalizada, deseosa de aumentar posibilidades de elecciones individuales. Sociedad que denuncia los monopolios públicos, necesitada de saberse desestandarizada busca la privatización de los servicios. Ésta es una tendencia postmoderna donde se privilegia la libertad antes que el igualitarismo uniforme, privilegia la libertad y responsabiliza al individuo y a las empresas para obligar a una mayor movilidad, a una mayor innovación y a una mayor elección.
Ésta es una sociedad donde las rigideces individuales e institucionales se han reducido; hay menos relación vertical y paternalista entre el estado y la sociedad, hay menos régimen único, más iniciativa, diversidad y responsabilidad en la sociedad y en los individuos. Esto pareciera dar la idea de que vamos por buen camino, sin embargo el estado, nuestro estado, aún no promueve la multiplicación de responsabilidades sociales, de las actividades, no refuerza el papel de las asociaciones, de las cooperativas, de las actividades locales. Sigue siendo aún un estado que no se adecua a una sociedad móvil abierta, sin rigideces burocráticas. Y en esto cuentan mucho lo medios de comunicación de masas. Una sociedad desigual como la nuestra, un estado tan débil como el nuestro, genera unos medios de comunicación tan raquíticos y poco consecuentes con los movimientos socioculturales. Así, lo que se debe fortalecer primero son los medios. De este modo, los medios deben ser los mediadores entre lo privado y el estado, moviéndose en la esfera de lo común. Pero mediadores con la palabra bien dicha, con la palabra coherente, que sea capaz de asimilar lo político del estado, al mismo tiempo capaz de comprender las políticas sociales para comunicarlas, para dadas a conocer tanto en la esfera de lo privado, como en la esfera de lo común, como en la esfera del estado.

Medios de comunicación y ciudad
Las ciudades ahora son cada vez más dispersas, más fragmentadas. Estos fragmentos, a través de los medios de comunicación, crean la impresión de estar unidos, de estar compartiendo con otros entornos. De lo que deviene que la ciudad total ya no es una experiencia personal; no se nos entrega cuando queremos recorrerla, pues en nuestro recorrido sólo usamos fragmentos. Martín-Barbero dice: "Habitamos una ciudad en la que la clave ya no es el encuentro sino el flujo de la información y la circulación vial... Cada vez más gente deja de vivir en la ciudad para vivir en pequeños entornos; se mira la ciudad como algo ajeno, extraño.''
Por la acción o la presencia marcada de los medios de comunicación, lo público tiende a volverse privado, lo privado tiende a volverse público. La producción de la información y los conocimientos se concentran alrededor de las nuevas redes de comunicación. En la ciudad, el mundo está interconectado, los espacios se entrelazan a través de redes de articulación, espacios de flujos que se traducen en ciudades globalizadas. Articulación compleja: lo global y lo local; las distancias se acortan y dan como resultado nuevos territorios y sociedades. Esta nueva forma de comunicación produce cambios fuertes en los atributos urbanos. Nuevos sitios de encuentro se definen, nuevas formas de comunicación toman cuerpo. Si se está en casa no se está ausente del afuera, de los otros espacios. Las manifestaciones de lo público antes se daban en descansar en el parque, andar por la calle, vociferar en la plaza; ahora, por medio de los medios de comunicación, lo esencial de nuestras funciones públicas se da a través de estos mismos, por lo que tenemos una ciudad informacional, hecha de flujos de información, circulación.
Los puntos de encuentro son ahora las redes materiales e inmateriales de la informática. En consecuencia, la globalización, la información y la difusión urbana generalizada confabula ahora para que la ciudad desaparezca como forma específica de relación entre territorio y cultura, entre territorio y sociedad, lo que la substituye es una forma de articulación continua y discontinua, de población y actividades. La desespecialización o transformación de los lugares en espacios de flujos significan producción y consumo sin localización alguna, la ciudad pierde su centro. Vivimos la ciudad de los flujos comunicativos que configuran las relaciones de lo privado y de lo, público; la casa y la ciudad. Esto no quiere decir que desaparezcan los problemas urbanos. La vivienda se vuelve cada vez más difícil, los servicios urbanos exigen tratamientos de choque, el mundo ambiente se degrada cada vez más, los asentamientos humanos son cada vez más predadores. La complejidad de esta mutación no debe seguir enmascarándose por medio de las palabras sin sentido, ambiguas y eufemísticas. Es en la ciudad donde se vive con mayor intensidad los dramáticos procesos de transición por los cuales navegamos a tientas, sin brújula, sin rumbo definido.
Si la igualdad en la polis griega fue posible en la esfera política, donde los ciudadanos se reunían como ciudadanos y no como personas privadas; la igualdad en la ciudad informacional, en la tecnópolis, se encuentra socialmente en los medios de comunicación, y estos tendrán que llevar a comprender a este ciudadano que la libertad siempre tiene un límite, el otro. Aquí los comunicadores juegan un papel clave en la calidad de la vida de la ciudad. Puede servir para negar al hombre o para construirlo.
Algunos creen que la comunicación enfrenta dificultades y plantean que estas dificultades se deben a la no existencia de una teoría convincente sobre el hecho urbano, sobre la ciudad y el territorio. Aún no he visto que las teorías alrededor de los medios de comunicación sean compartidas por la industria. Las reflexiones de esta industria se guían por un modo absolutamente desapasionado, ascético. En la industria, lo que se discute son reglamentos, cables, frecuencias, cuotas de reparto, costos, cuñas publicitarias. No están interesados en el pensamiento ni en los contenidos de los programas. Analizan a fondo y defienden con vehemencia cada uno de los aspectos económicos, técnicos, legales y administrativos de su proceder. Lo que esta industria genera no se somete a debates, lo que viene de afuera sí, por aquello de que hay que pagar y deciden cuánto, cuándo, dónde y como.

El ejercicio de nuestra soledad
Ciertamente tenemos cada vez más y más comunicación, los medios lo invaden todo, pero somos cada vez menos y menos dialogantes, más unidireccionales en el diálogo.
Los medios de comunicación nos conectan, fusionan. Lo pequeño, lo particular se torna universal; lo universal se sumerge en lo particular. Los tiempos también se fusionan, un tiempo en todos los tiempo. En cuanto al espacio, lo lejano se nos vuelve cercano. Cohabitamos todos, al mismo tiempo exploramos lo que otros exploran. Es como si fuéramos ubicuos. Los imaginarios de otros coexisten con nuestros imaginarios. El otro está aquí, en nuestro cuarto; habla, lo escuchamos, sin embargo lejano. Sé de sus gestos, de la modulación de su voz; tan lejano y nos habla y no podemos hablarle, salvo que digitemos o usemos auriculares. Parece no haber ausencia del otro. Es una presencia en la ausencia, una realidad a pesar de su lejanía.
Ahora múltiples, híbridos, una mezcla continua de todo, una sensibilidad que acumula conocimientos. Conocemos para sabernos otros, sabernos en otros, en nuestro territorio, en el territorio del otro, pues el otro está aquí, nosotros estamos allí, mostrándonos en nuestras particularidades.
Lo global localizado, establecido en mi cuarto. Sumergido lo de más allá en este acá donde masticamos nuestra comida y vemos televisión. Arrebatados más allá de nuestra circularidad espacial. Universo disperso que se muestra en la pantalla y que se desplaza por nuestro cuarto, por el mundo de nuestro cuarto lleno de nuestros propios olores. Metidos allí donde lo otro es sonido, imagen sin necesidad de haber partido; ciudadanos del mundo en el simulacro de un universo que nos envuelve en sus prendas, viviendo con la sensación de ser absolutamente colectivo.
Sentimos la muchedumbre en nuestro entorno, lejos pero la sentimos y casi acariciamos. La vivimos, sí, con recelo, alegría y temblor, inmersos en una profunda soledad ruidosa, nuestro vacío, como si nada entre las manos, como sin nombre, como traspapelada la identidad, como si tuviéramos un pasado mudo, como si pasado, presente y futuro no encontraran los hilos con los cuales ser tejidos. Pero no, sensación apenas. Más bien identidad contrastada, puesta en entredicho, cuestionada, extrayendo fuerzas de la lucha misma, de la diferencia misma, de la multiculturalidad misma, de lo que entonces el centro no se extravía. El resultado, otros tonos, otros colores, otras voces, otros significados, otras legitimidades; lo nuestro, lo que nos legitima, también allí, afuera, pues nuestro cuarto no es la única realidad con simulacro y todo, la realidad real allí, afuera cuando salgo para saber que nuestro ser se multiplica, otros cuerpos y tenemos necesidad de esos otros cuerpos, podemos tocarlos, hablarles, hablarlos; sentir su peso, el latir del corazón, los ritmos de la sangre, el temblor, el miedo. Sudor y lágrimas aunque haya audios, vídeos y máscaras. Aún no hemos perdido el placer de ser hombres.
Trabajo presentado en la II Bienal de la
Comunicación, celebrada en la Universidad
de Cartagena (Colombia), en mayo de 1999.

FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre del autor, 1999; título del texto, en Revista Latina de Comunicación Social, número 20, de agosto de 1999, La Laguna (Tenerife), en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.ull.es/publicaciones/latina/a1999eag/53jrg.htm

lunes, 6 de agosto de 2012

MITO, RITO Y CREACIÓN NARRATIVA


MITO, RITO  Y CREACIÓN NARRATIVA





“Quien tiene conocimiento de sus orígenes y de la historia antigua posee el dominio del propio destino. El prestigio que da este conocimiento deriva, en última instancia, de la importancia concedida al conocimiento de los mitos “existenciales” e “históricos”, de los mitos que relatan la constitución de la condición humana. Esta condición humana tiene una historia: ciertos acontecimientos decisivos tuvieron lugar en una época mítica y a consecuencia de ello el hombre ha llegado a ser lo que es actualmente” (Mircea Eliade, Mito y realidad. Madrid: Labor, 1992).

“La esencia del arte es nostalgia por Otro Mundo… El hombre es el mediador entre el cielo  y la tierra; y el arte es la función gracias a la cual el Otro Mundo es traído a este mundo, Así, aunque el arte nace de la melancolía, se redime de ella mediante la obra que trae al Otro Mundo a este mundo, y que acerca el cielo a la tierra” (H.A. Murena, La metáfora y lo sagrado. Barcelona: El barco de Papel, 1984).

Hasta los años 70 la mayoría de los historiadores y antropólogos describían la creencia en los mitos como una actitud mental de participación inmediata y emocional. Se consideraba por otra parte las mitologías como textos sagrados y dogmas religiosos. Los historiadores de la Grecia antigua no eran una excepción a la regla. Para ellos también el hombre griego arcaico vivía intensamente sus producciones simbólicas. Sólo poco a poco el pensamiento crítico supo distanciarse de estas producciones simbólicas y de los estados mentales correlativos. La teoría general de los helenistas era así a la vez evolucionista, en la medida en que se conjeturaba un paso del mito a la razón, y relativista, en la medida en que se pensaba que el mito y la razón constituían dos dominios separados. En la actualidad, desde los años 80, esta visión de las cosas resulta muy controvertida.





Vinculación entre el mito, el rito y la creación narrativa



Conceptos básicos


El mito narra cómo el mundo y los hombres llegaron a ser lo que son hoy. Trata de creaciones y orígenes. Todas las culturas del mundo poseen sus relatos míticos sobre la creación de la tierra, del hombre, de la mujer, del origen de la muerte, de la conquista de la muerte, de ciertos alimentos, etc. El principal protagonista del mito es un dios o un héroe a quien la humanidad debe la satisfacción de una necesidad esencial como el sol, el fuego, etc.
El mito raramente es creado ex nihilo. Al hombre le cuesta imaginar la nada absoluta; de modo que con el mito se parte de materiales existentes que el celeste autor modela o transforma: creación de la tierra a partir del barro, del hombre a partir del polvo. De igual manera, los elementos trascendentales, como el fuego, existen ya al iniciarse el relato. Por lo general, el objeto deseado se halla bajo la custodia de unos dioses o de cualquier otro ser; el héroe del mito habrá de ponerlo al alcance de la humanidad.
El mito, en su significado más técnico, equivale a relato o historia, aceptados como verdad por quienes los cuentan y sitúan en un pasado remoto, como puede ser el momento mismo de la creación. En este sentido los mitos difieren de la leyenda -otra forma de prosa narrativa e igualmente verídica para el relator- ubicadas en el mundo real, de cronología posterior a la Creación, en el presente o con proyección en el futuro (en la leyenda el duende continúa rodando). Mito y leyenda se distinguen del relato popular en el sentido de que éste suele ser inventado al margen de todo acontecimiento histórico.
Por otra parte el mito puede ser entendido como "la narración de un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los comienzos… el mito cuenta cómo gracias a las hazañasde los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es, pues, siempre el relato de una creación: se narra cómo algo ha sido producido, ha comenzado a ser”[1].
Un aspecto importante del mito es su carácter social más que individual. Si alguien “roba” lumbre de su vecino porque la suya llegó a extinguirse, el relato que surja del hecho será en tono menor, a nivel popular. Si el protagonista es un héroe nacional o un pícaro de excepción, y si el juego robado es de todos, crecerá el mito (caso Robin Hood).
El abordaje del mito se le denomina mitología y hay distintos maneras de comprenderlos: uno es la mitología comparada que busca paralelismos entre mitologías. El método de estudio comparativo recurre esencialmente a la reconstrucción histórica (sea de la forma original del mito, sea de las relaciones que se supone habidas entre dos o más pueblos. Está también el enfoque funcionalista, propuesto por el antropólogo Bronislaw Malinowski tras observar que el mito servía de fundamento sociológico a la creencia, dado que la gente acude a él como justificación inapelable de sus creencias y costumbres. Otros estudian la interrelación mito/ritual, afirmando que los rituales se limitan a rememorar mitos más antiguos. Otros tienden a estudiar los mitos desde un punto de vista literal, como reflejos de la cultura de procedencia. Franz Boas y discípulos suyos los consideran custodios de la información etnográfica; este enfoque (reflector cultural) boasiano permite inferir datos de organización social, técnicas cinegéticas y similares a partir de cualquier antología.
Ahora bien, el enfoque histórico-literal y el enfoque psico-simbólico no son mutuamente excluyentes. Por ejemplo, el mito de la inundación general puede reflejar realmente una inundación histórica, y gozar a la vez de tanta popularidad por paralelismo imaginativo con el nacimiento humano, donde el feto es alumbrado en medio de gran derrame de líquido amniótico. En la teoría freudiana los mitos pueden representar proyecciones cosmogónicas de acontecimientos humanos básicos, sin que ello signifique que existiera una inundación real o que la inundación sea una proyección cosmogónica del nacimiento. Un enfoque no excluye al otro.
Además de los enfoques comparativo, funcionalista, mítico-ritual, reflector cultural y psicoanalítico, se da un enfoque estructuralista, el cual trata de describir las pautas básicas (mitemas) sobre las que se organiza el mito. El antropólogo Claude Lévi-Strauss, entre otros, ha intentado demostrar que los mitos son medios culturales cruciales para la solución y arbitraje de las polarizaciones binarias críticas: vida/muerte, naturaleza/cultura, matrilineal/patrilineal.[2]

Ritos, rituales

Ritual es un concepto que implica una categoría o aspecto del comportamiento, estereotipado, previsible, prescrito, comunicativo y a-instrumental. Su estereotipia y predictibilidad significan que el comportamiento idóneo frente a una situación dada, como el de los fieles con ocasión de un servicio religioso, es de alcance muy limitado y, una vez  iniciado, sigue siempre una pauta casi invariable. Es prescrito por cuanto su ejecución no depende solamente del capricho de un individuo sino que es esperado por otros en circunstancias y forma específicas. Comunicativo porque informa algún hecho acerca del ejecutante, el sujeto, o la relación entre ambos, a un auditorio (aunque el único que pueda darse sea el propio ministro). Por último, el ritual es a-instrumental en razón de que su ejecución no se considera poseedora de efecto alguno directo o mecánico sobre el mundo externo.
En la definición anterior, el ritual representa un concepto analítico, no un hecho independiente. Como tal, comprende una vasta gama de comportamientos reales en continuidad con otros de carácter no ritual. Resulta particularmente próximo a la ceremonia y a la etiqueta y a menudo se distingue de estos significados limitando su uso a un contexto puramente religioso.
Las diferentes variedades de rituales pueden ser categorizados de modo vario. Los ritos calendáricos pueden contrastarse con otros críticos conforme a si se ejecutan de manera regular, como es el caso pertinente a los equinoccios de primavera y otoño, u ocasionalmente, como para curar una enfermedad. Una categoría generalmente reconocida es la definida por los ritos de tránsito que señalan un cambio social, tales como los que conciernen al nacimiento, iniciación, matrimonio y muerte.
Como clase de comportamiento el ritual es asociado a menudo por los antropólogos con la creencia, estimada como clase de comportamiento. En este caso, ambas categorías, ritual y creencia, suelen considerarse de algún modo complementarias. Se dice, por ejemplo, que el ritual expresa o refuerza la creencia, o que ésta constituye la base o da razón de aquél[3].


Tipos de rituales

Ritos de intensificación.- Ceremonias y ritos son actividades estilizadas y repetitivas de comportamiento formal características de una cultura, en consonancia con los significados contextuales que les han sido atribuidos por la tradición. Se trata de acontecimientos de elevado sentido dramático e intenso simbolismo, mediante los cuales se regula la vida social. Muchos son cíclicos y tienen lugar en momentos de la vida reconocidamente críticos: tránsitos consiguientes a cambios en el medio físico, biótico y social.
Dos clases de trastorno cíclico imponen universalmente un comportamiento ritual. El primero es producto de un cambio de estatus o categoría en la escala social y en las funciones de un individuo entre los demás miembros del grupo. El nacimiento, la iniciación al estado adulto, el matrimonio y la muerte son ejemplos clásicos, en cualquiera de cuyos casos el grupo debe ajustarse al cambio que ha transformado al individuo o categoría de individuos. Las ceremonias que regulan estos cambios interactivos reciben el nombre de ritos de tránsito. La segunda alteración cíclica es producto de fluctuaciones en las condiciones de vida humana que afectan a la vez a la totalidad de los miembros de una comunidad. El cambio rítmico de las estaciones, la diaria variación solar y el paso de las actividades de siembra a las de recolección son en este sentido ejemplos típicos, en cada uno de los cuales la comunidad debe acomodarse a la nueva fase del ciclo. Las ceremonias que regulan esta clase de cambios interactivos se conocen como ritos de intensificación.
Ambos tipos de ceremonia refuerzan en cada uno de los participantes aquellos modelos de de interacción que se considera son propios de la nueva fase. Mediante estas ceremonias los individuos tratan de regular el cambio que les sobreviene globalmente, a fin de que no resulte disruptivo de la función colectiva, es decir, que no promueva reacciones de idiosincrasia individual ni suponga una acomodación imprevista de su vida (Hunter y Whitten, pp. 158-149).

Ritos de pubertad.- Una clase de rito de tránsito; señalan un cambio en la identidad social de la persona, que pasa de niño a adulto. Los ritos de la pubertad de las mujeres coincide con las primeras reglas; los de los hombres, con alguna evidencia del logro de la madurez fisiológica (y quizá social).

Ritos de tránsito.- Se dice de las ceremonias que señalan cambios en la categoría o posición social de la persona a medida que ésta pasa por las fases de la vida así reconocidas culturalmente en la sociedad en que está integrada.
Los ritos de pubertad masculina pueden tomar forma de búsqueda de la visión o iluminación individual, suelen acompañarse de aislamiento temporal del resto del grupo (ejemplo: circuncisión, escarificación). Las ceremonias que acompañan la entrada de los novicios en las órdenes religiosas, los votos hechos o compromisos asumidos con ocasión de incorporarse a hermandades, de integrarse a logias (masones) representan eventos de esta clase. El ritual cristiano de la confirmación. Se consideran ritos de tránsito las ceremonias del matrimonio y los funerales.
En el mundo actual, la eficacia de un ritual es una antigua herencia del mundo mitológico primordial, algo muy presente en ciertos sacramentos cristianos, como la Eucaristía, por ejemplo, en la cual el sacerdote oficiante ejerce un poder taumatúrgico sobre el Universo, haciendo que la divinidad descienda hasta el altar donde él oficia y adoptando la forma de las especies, pan-cuerpo de Dios y vino-sangre de Jesucristo. Ello es un acto teúrgico en el que la voluntad del creyente busca ponerse en contacto con Dios de una manera material, gestual, por medio de la acción, porque no puede llegar hasta Él a través de la palabra y el pensamiento. Este tipo de teúrgia dedica a Dios una especie de metáfora física y teatral, una representación para el caso, mas no presentación, con diversos elementos que apelan a diferentes sentidos: vista, olfato, gusto… En el mundo del entonces se quemaba la grasa del buey sacrificado en la hecatombe y los dioses la consumían con el fuego, hoy se quema el incienso en ofrenda al olfato de las divinidades.
Vale la pena poder hablar de los rituales de los escritores al momento de iniciar procesos de escritura. Qué suelen hacer: acaso escribir de pie, quitarse la ropa, sentarse frente a paisajes llamativos, etc.



Teorías en torno al mito y al rito

Estas teorías son cuerpos conceptuales con los cuales algunos autores tratan de sistematizar, categorizar u ordenar y darle sentido a los comportamientos, conductas y actividades de los hombres en torno al mito y al rito. En este caso nos centraremos en tres grandes teóricos: un historiador de las religiones; dos antropólogos que, desde sus perspectivas (uno funcionalista, el otro estructuralista) apuntan a ofrecer una mejor comprensión del fenómeno mito-rito. Son ellos, Bronislaw Malinowski, Mircea Eliade y Claude Lévi-Strauss.

1.     Bronislaw Malinowski.
Malinowski es el padre de la teoría funcionalista, fue quien formuló y puso en práctica sus principios metodológicos. Su principio metodológico básico es pensar toda la cultura como unidad integrada, donde las partes son interdependientes y existen en función de fines. “Esta teoría –dice Malinowski- aspira a explicar las realidades antropológicas en todos sus niveles de desarrollo, por su función, por la parte que desempeñan dentro del sistema integral de cultura, por la manera como se relacionan con otras dentro del sistema o por la forma en que éste se vincula al contorno físico. Ello exige conocer la naturaleza de su evolución o de acontecimientos históricos pasados”[4]. En esta teoría se insiste en la necesidad de tener en cuenta la “estructura” total; ello significa que se debe estudiar cada aspecto en su interdependencia con los demás y en función de la cultura toda considerada como una configuración.
La aplicación de este punto de vista funcional lo hallamos en el estudio acerca del mito. Malinowski critica por igual la interpretación naturalista y la histórica que reducen el estudio del mito al simple examen de los textos, segregándolos de todos los demás aspectos de la cultura que a la vez lo condicionan y le prestan sentido. El mito es un rasgo de la cultura estrechamente vinculado no sólo con la religión, sino también con la organización social, la economía, la política, la moralidad, el arte y las costumbres de los grupos humanos. Su interdependencia dentro del contexto de la cultura está fijada por su función, la cual no consiste en simbolizar los fenómenos naturales o relatar una crónica de los acontecimientos pasados, sino en expresar y codificar el sistema de creencias y de normas que, en sus distintos órdenes, rigen la vida de los grupos. Es –dice Malinowski- algo así como la “carta constitucional del orden social” (M. La vida sexual de los salvajes), por lo que, de lo que se trata es de ver la realidad en acto, no de un hecho social ya cristalizado y exterior a las conciencias individuales; el mito es un contenido efectivo de éstas realidades, es una vivencia real, operante. Por este carácter suyo de realidad vivida, puede comprendérselo plenamente no sólo en tanto se lo examina en función de los demás aspectos de la cultura, sino en cuanto tal estudio se practique mediante la observación directa de la vida de los grupos. Es decir, aquí lo que hay es una observación franca, en el terreno, del investigador del mito.
Pero veámoslo como lo expresa concretamente Malinowki en el libro Estudio de psicología primitiva[5], cuando estudia a la cultura melanesia de la Nueva Guinea; en este libro se propone “mostrar cuán profunda entra en la vida la tradición sagrada –el mito-  y con cuánta fuerza rige su ordenamiento moral y social. O dicho de otra manera, la tesis de esta obra es que existe una íntima conexión entre la palabra, el mythos, el relato sacro y el rito, los hechos morales, la organización social y también la actividad práctica de la tribu” (Malinowski, p.23)
En contra de la opinión de otras escuelas conceptuales, como la naturalista y simbólica quienes argumentaban en su momento la teoría del relato sagrado como repositorio verídico del pasado, siguiendo lo que Wundt y sir James Frazer dijeron, Malinowski está en condiciones de afirmar que el hombre primitivo se interesa muy poco por lo que hay de puramente artístico o científico en la naturaleza; “en sus ideas y relatos el símbolo ocupa poco lugar, y en rigor, el mito no es una vana rapsodia, ni una sucesión de fantasías vertidas al caso, sino una ímproba y extremadamente importante fuerza natural” (Malinowski, p.24). En relación con el elemento histórico del mito, acepta que la historia imprime su impronta en las manifestaciones culturales, pero ello no lo es todo, en el mito se va más allá del impulso científico y anhelo de conocimiento; está en el orden de lo práctico, de lo cotidiano. Malinowski advierte sobre la enorme influencia del mito en la cultura a través del ritual y los principios morales sociales.
Para Malinowski el mito no es sólo un  relato, es también una realidad viviente; “no es una ficción (…), sino algo que se cree sucedió en los tiempos primigenios, y que a partir de entonces influye sobre el mundo y los destinos humanos” (Malinowski, pp. 26-27). El mito no puede pensarse aislado de la fe viva, sin el conocimiento paralelo de organización social, moralidad, costumbres populares; percibido todo ello en el terreno mismo de sus manifestaciones vividas. En este sentido el mito es la resurrección de una realidad primitiva mediante el relato para satisfacción de profundas necesidades religiosas, aspiraciones morales, convenciones sociales y reivindicaciones; inclusive para el cumplimiento de exigencias prácticas. “El mito cumple en la cultura primitiva una función indispensable: expresa, exalta y codifica las creencias; cuestiona y legitima la moralidad; garantiza la eficiencia del ritual y contiene reglas prácticas para relacionar al hombre” (Malinowski, p. 27).
A continuación, Malinowski prueba sus asertos a partir del examen de varios mitos, pero antes establece lo que entiende por mito para diferenciarlo del cuento de hadas, la leyenda y la crónica.
Una vez relata varias narraciones, termina diciendo que el interés no está por la narración misma sino en sus referencias sociológicas, es decir, hay necesidad de no sustraerlo de su medio, pues hacerlo es tornarlo inanimado. Es importante escucharlo y observar cómo se narra. El espectáculo que suscita la narración: la voz, la mímica, la gestualización, el estímulo y la reacción del auditorio tienen significado. Incluso es importante el momento indicado para narrar: la hora del día, la estación, los sembrados en brote como anuncio de futuras actividades, el influjo de la magia. Se debe tener en cuenta, así mismo, el ambiente sociológico de la “propiedad privada del relato”, y la función social y cultural de la ficción como entretenimiento (Malinowski, p. 30)
Malinowski, pasa a continuación a observar otra clase de relatos, más verídicos, de información más valiosa, narraciones más concretas, no tienen que ver con la estación apropiada, ni modos estereotipados de narración, aquí sobra el espectáculo y acontecer mágico. Como los Trobriand viven en un collar de islas, se desplazan continuamente por ellas, en esos viajes escuchan relatos. Los mayores y más experimentados proporcionarán a estos viajeros información. Por ejemplo, un anciano podrá contar sus propias experiencias en combates y expediciones, hechos de magia, hazañas de gran provecho económico, les puede añadir reminiscencias de sus padres, cuentos y leyendas que recogió de oídas. Todo ello permitirá la memoria de grandes acontecimientos del pasado. Este tipo de historias toman forma de cantares, leyendas históricas.
Para Malinowski estos cuentos pueden subdividirse de la siguiente manera: “el Relato histórico, presenciado por el narrador o certificado por alguien que merece fe por su buena memoria; la leyenda, en la que se ha roto la continuidad del testimonio, pero que cae dentro del tipo de los acontecimientos que normalmente integran la experiencia de los nativos; el relato de oídas, o la voz de la fama, que versa sobre países distantes y sucesos antiguos de un tiempo fuera del ámbito de la cultura actual” (Malinowski, p. 31), su particularidad está dada en que se les mira como verídicos; “no se los representa, ni se los cuenta para entretenimiento en una estación determinada”. Todos manejan asuntos estimulantes para el nativo; tienen una correlación inmediata con los hechos cotidianos: ganancias materiales, guerras, aventuras, éxitos. Registran casos singulares que redundan en la fama de algún individuo y sus descendientes. De lo anterior se desprende que, al mirar y escuchar estos relatos, si se hace desprendido de la realidad concreta no se entenderá la función que desempeñan en el contexto para el cual han sido constituidos.

Ahora el autor entra a conceptuar el relato sagrado o mitos. Los anteriores relatos, sirven unos de entretenimiento, otros satisfacen ambiciones sociales mientras que los mitos o relatos sagrados son mirados como verdaderos, como venerables y sagrados y desempeñan un papel cultural muy importante. Malinowki escribe: “El cuento popular, según dijimos, se representa en público, en la estación adecuada y entraña un acto de sociabilidad. La leyenda, provocada por el contacto con una realidad insólita, pone al descubierto perspectivas insólitas del pasado. El mito entra en función cuando el rito, el ceremonial o una regla moral o social exige justificación, esto es, cuando reclama la confirmación de su antigüedad, veracidad y santidad” (p.32).

A continuación echa una mirada sobre los temas de algunos mitos típicos: la fiesta anual del retorno de los muertos; la construcción de las canoas; los viajes. Malinowski escribe: “No existe magia importante, ni ceremonia ni ritual sin creencia; y la creencia forma una urdimbre de precedentes concretos. La unión es muy íntima, porque el mito no sólo es considerado como un comentario con información adicional, sino asimismo como una garantía, un estatuto y a menudo también una guía práctica para las actividades con que está ligado. Por otro lado, los ritos, las ceremonias, las costumbres y la organización contienen, de vez en cuando, referencia directa al mito, y se le considera el resultado de un evento mítico. El hecho cultural es un testimonio que incluye el mito, en tanto el mito es mirado como la causa real que ha producido la regla moral, el agrupamiento social, el rito o la costumbre. De esta suerte, los relatos forman parte integral de la cultura. Y no sólo trasciende su existencia e influye en el acto de la narración; no sólo se nutren de la vida y de sus intereses, también rigen y gobiernan muchos rasgos culturales, hasta constituir la espina dorsal de los dogmas de la civilización primitiva” (p. 33).

Según la tesis que plantea Malinowski y como punto importante, “existe un tipo especial de relatos, considerados sagrados, que están incorporados al ritual, la moral y la organización social, y que forman parte integrante y activa de la cultura primitiva”, constituyen para el primitivo “una realidad primera, más grande e importante, por la cual se determina la vida actual, el destino y la actividad del género humano, y porque su conocimiento fundamenta los actos morales y rituales del hombre y le señala cómo ha de practicarlos” (pp. 33-34).

Finalmente, Malinowski, después de disentir en torno a las concepciones que los científicos intelectuales del momento tienen del mito, el cuento, la leyenda, remata diciendo: “La índole intelectual de un relato está dada por entero en su texto, pero el aspecto funcional, cultural y pragmático de cualquier relato primitivo se manifiesta tanto en el texto como en la manera que es “ejecutado”, personificado y relacionado con su medio” (p. 37). Es decir, la intelectulización en la comprensión del mito, tratando de hallarle razones, sentidos fuera del contexto situacional mismo, nos lleva a abstracciones que no corresponden con lo que verdaderamente viven los primitivos quienes nunca dan una “explicación”; establecen, sí, siempre, un precedente que constituye un ideal y una garantía de su continuidad, y a veces directivas prácticas de orden social (p. 35).


Mircea Eliade

En su libro Mito y realidad[6], Eliade plantea cómo en la modernidad el mito fue tratado como “invención”, “fábula”, “ficción”, “ilusión”; en contraposición, hoy, se lo concibe como lo entendían en el mundo arcaico: “tradición sagrada, revelación primordial, modelo ejemplar”. Ello significa que el mito no ha sido el mismo en el mundo antiguo como en el mundo cristiano.
A partir de Jenófanes (565-470), quien rechazó las expresiones mitológicas de la divinidad utilizadas por Homero y Hesíodo, se fue vaciando al mythos del valor religioso y metafísico, opuesto tanto al logos como más tarde a historia; ello vino a significar “todo aquello que no está justificado, no puede existir en la realidad”. El judeocristianismo relegó el mito a la “mentira”, a la “ilusión”. Los mitos griegos fueron contados, modificados, articulados y sistematizados por Hesíodo y Homero, por rapsodas y mitógrafos. En este sentido, todos los mitos tienen su historia, se han transformado y enriquecido a lo largo del tiempo.
A Eliade le interesa el mito como “vida”, en el sentido de proporcionar modelos a la conducta humana, y conferir, por eso mismo, significado y valor a la existencia. En este sentido el mito es un hecho de cultura, y así debe ser entendido, interpretado, analizado. Es en las sociedades arcaicas donde el mito refleja el estado primordial. En ellas el mito está vivo, fundamenta y justifica comportamientos y actividades de los hombres.
Aproximarnos a una comprensión del mito tiene su complejidad, dado su extraordinario poder de vida. Mircea Eliade, en Mito y realidad, intenta aclararlo en los siguientes términos: “el mito cuenta una historia sagrada; relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los “comienzos”. Dicho de otro modo: el mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta realidad total, el cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es, pues, siempre el relato de una “creación”: se narra cómo algo ha sido producido, ha comenzado a ser. El mito no habla de lo que ha sucedido realmente, de lo que se ha manifestado plenamente. Los personajes de los mitos son Seres Sobrenaturales; se les conoce sobre todo por lo que han hecho en el tiempo prestigioso de los “comienzos”. Los mitos revelan, pues, la actividad creadora y desvelan la sacralidad (o simplemente la “sobrenaturalidad”) de sus obras. En suma, los mitos describen las diversas, y a veces dramáticas, irrupciones de lo sagrado (o de lo sobrenatural) en el mundo. Es esta irrupción de lo sagrado lo que fundamenta realmente el mundo y lo que le hace tal como es hoy día” (pp. 18-19).
El mito se considera como historia sagrada por tanto, “historia verdadera”, pues se refiere siempre a realidades. “El mito cosmogónico es “verdadero” porque la existencia del mundo está ahí para probarlo; el mito del origen de la muerte es igualmente “verdadero”, puesto que la mortalidad del hombre lo prueba”.
El mito, al relatar las gestas de los seres sobrenaturales y la manifestación de sus poderes sagrados, se convierte en el modelo ejemplar de todas las actividades humanas significativas. Incluso los modos de conducta y las actividades profanas del hombre encuentran sus modelos en las gestas de los seres sobrenaturales. Ejemplo: “Debemos hacer los que los dioses han hecho en un principio”. Así, como se ha podido observar, la función principal del mito “es revelar los modelos ejemplares de todos los ritos  y actividades humanas significativas: tanto la alimentación o el matrimonio como el trabajo, la educación, el arte o la sabiduría” (p.20).
Los mitos se comunican a los neófitos durante su iniciación, o, más bien se “celebran”, se “reactualizan”; el rito reactualiza el mito. Ahora bien, “no se puede cumplir un ritual si no se conoce el “origen”, es decir, el mito que cuenta cómo ha sido efectuado la primera vez (p.29). Durante el servicio funerario, el chamán na-khi, dto-mba, canta:
“vamos ahora a acompañar el muerto y a conocer de nuevo la pena.
Vamos a danzar de nuevo y a derribar a los demonios.
No se debe hablar.
Si se ignora el origen de la danza,
no se puede danzar”
Esto recuerda, según Eliade, las declaraciones de los Uitoto a Preuss: “Son las palabras (los mitos) de nuestro padre sus propias palabras. Gracias a estas palabras danzamos; no habría danza si no nos la hubiera dado” (K. Th. Preuss, Religión und Mythologie der Uitoto, I,II (Gotinga, 1921-1923) p. 625.
Pero también no basta conocer el mito de origen, hay que recitarlo; “se proclama de alguna manera su conocimiento, se muestra: al recitar y al celebrar el mito del origen, se deja impregnar de la atmósfera sagrada en la que se desarrollaron los acontecimientos milagrosos”. Al recitar los mitos se reintegran el tiempo fabuloso al presente, se hacen de alguna manera “contemporáneos” de los acontecimientos evocados, se comparte la presencia de los dioses. Esto permite decir que, al “vivir” los mitos, se sale del tiempo profano, cronológico, y se desemboca en un tiempo cualitativamente diferente, un tiempo “sagrado”, a la vez primordial e indefinidamente recuperable.

Estructura y función de los mitos
La estructura y función de los mitos tienen que ver con las notas características de los mitos, el modo como es vivido en las sociedades arcaicas; según Eliade el mito,
1, constituye la historia de los actos de los Seres Sobrenaturales;
2, que esta historia se considera absolutamente verdadera (porque se refiere a realidades) y sagrada (porque es obras de los seres sobrenaturales);
3, que el mito se refiere siempre a una “creación”, cuenta cómo algo ha llegado a la existencia o cómo un comportamiento, una institución, una manera de trabajar, se han fundado; es ésta es la razón de que los mitos constituyan los paradigmas de todo acto humano significativo;
4, que al conocer el mito, se conoce el “origen” de las cosas y, por consiguiente, se llega a dominarlas y manipularlas a voluntad; no se trata de un conocimiento “exterior”, “abstracto” sino de un conocimiento que se “vive” ritualmente, ya al narrar ceremonialmente el mito, ya al efectuar el ritual para el que sirve de justificación;
5, que, de una manera o de otra, se “vive” el mito, en el sentido de que se está dominado por la potencia sagrada, que exalta los acontecimientos que se rememoran o reactualizan p. 30
En la ritualización del mito se deja de existir en el mundo actual, de todos los días y se penetra en el mundo transfigurado auroral, impregnado de la presencia de los Seres Sobrenaturales. No se trata de una celebración o conmemoración sino de una reiteración. Las personas del mito se hacen presentes, se hacen contemporáneas. Se sale del tiempo cronológico y se entra en el tiempo primordial, “el tiempo en el que el acontecimiento tuvo lugar por primera vez. El tiempo sagrado, prodigioso.
“En suma, los mitos revelan que el mundo, el hombre y la vida tienen un origen y una historia sobrenatural, y que esta historia es significativa, precisa y ejemplar” (p.32).


2.     Claude Lévi-Strauss

Para Lévi-Straus[7] en el mito todo puede suceder, pareciera no tener ninguna regla lógica y de continuidad y esto lo lleva a la pregunta de en dónde ubicar el problema; si el contenido del mito es enteramente contingente, “¿cómo comprender que, de un extremo a otro de la tierra, los mitos se parezcan tanto? Para darle respuesta a la pregunta Lévi-Strauss recurre a la lingüística.  “Los antiguos filósofos razonaban sobre el lenguaje como nosotros seguimos razonando sobre la mitología. Comprobaban que, en cada lengua, ciertos grupos de sonidos correspondían a determinados sentidos, y buscaban desesperadamente comprender qué necesidad interna unían esos sentidos y esos sonidos”. No fue fácil, pues los mismos sonidos se encuentran en otras lenguas, pero ligados a sentidos diferentes. Tal situación fue resuelta “el día en que se percibió que la función significativa de la lengua no está ligada directamente a los sonidos mismos, sino a la manera en que los sonidos se encuentran combinados entre sí” (p.231).

Lévi-Strauss encuentra necesidad de revisar el principio saussuriano del carácter arbitrario de los signos lingüísticos. Ello lo lleva a dar cuenta de que el mito “está en el lenguaje y al mismo tiempo más allá del lenguaje. (…). Al distinguir entre la lengua y el habla Saussure ha mostrado que el lenguaje ofrecía dos aspectos complementarios: uno estructural y otro estadístico; la lengua pertenece al dominio de un tiempo reversible, y el habla al de un tiempo irreversible”; de acuerdo con lo que se acaba de decir, “el mito se define también por un sistema temporal, que combina las propiedades de los otros dos. Un mito se refiere siempre a acontecimientos pasados: “antes de la creación del mundo” o “durante las primeras edades” o en todo caso “hace mucho tiempo”. Pero el valor intrínseco atribuido al mito proviene, de que estos acontecimientos, que se suponen ocurridos en un momento del tiempo, forman también una estructura permanente. Ella se refiere simultáneamente al pasado, al presente y al futuro. (…). Esta doble estructura, a la vez histórica y ahistórica, explica que el mito pueda permanecer simultáneamente al dominio del habla (ser analizado en cuanto tal) y al de la lengua (en la cual se lo formula), ofreciendo al mismo tiempo, en un tercer nivel, el mismo carácter de objeto absoluto. Este tercer nivel posee también una naturaleza lingüística, pero es, sin embargo, distinto de los otros dos” (p. 232).

Ahora bien, el valor del mito como mito persiste como tal; venga de donde venga, el mito es percibido como mito por cualquier persona, en el mundo entero. “La sustancia del mito no se encuentra en el estilo, ni en el modo de la narración, ni en la sintaxis, sino en la historia relatada.

Lévi-Straus resume provisionalmente las siguientes conclusiones. “Son tres: 1) Si los mitos tienen un sentido, éste no puede depender de los elementos aislados que entran en su composición, sino de la manera en que estos elementos se encuentran combinados. 2) El mito pertenece al orden del lenguaje, del cual forma parte integrante; con todo, el lenguaje, tal como se lo utiliza en el mito, manifiesta propiedades específicas. 3) Estas propiedades sólo pueden ser buscadas por encima del nivel habitual de la expresión lingüística; dicho de otra manera, son de naturaleza más compleja que aquellas que se encuentran en una expresión lingüística cualquiera” (p.233).

De lo anterior, según Lévi-Strauss, se siguen dos consecuencias importantes: “1) como toda entidad lingüística, el mito está formado por unidades constitutivas; 2) estas unidades constitutivas implican la presencia de aquellas que normalmente intervienen en la estructura de la lengua, a saber, los fonemas, morfemas y semantemas” (p. 233), es decir los mitemas.

¿Cómo reconocer y aislar estas unidades constitutivas o mitemas?, se pregunta Lévi-Straus. Lo claro aquí es que no son asimilables ni a los fonemas ni a los morfemas ni a los semantemas, sino que se ubican en un nivel más alto. Considera que aquí, los mitemas, habrá que buscarlos en el plano de la frase.

Para avanzar plantea una nueva hipótesis y postula que “las verdaderas unidades constitutivas del mito no son las relaciones aisladas, sino haces de relaciones, y que sólo en forma de combinaciones de estos haces las unidades constitutivas adquieren una función significante. Desde un punto de vista diacrónico, las relaciones provenientes del mismo haz pueden aparecer separadas por largos intervalos, pero si conseguimos restablecerlas en su agrupamiento “natural”, logramos, al mismo tiempo, organizar el mito en función de un sistema de referencia temporal de un nuevo tipo, que satisface las exigencias de la hipótesis inicial. Este sistema es, en efecto, un sistema de dos dimensiones, a la vez diacrónico y sincrónico, con lo cual reúne las propiedades características de la “lengua” y el “habla”.
Entendamos lo anterior recurriendo a lo que Lévi-Straus expresa como estructura y mitema.
El estructuralismo, en sentido general, denota un enfoque analítico, basado en el supuesto de que los fenómenos observados representan ocurrencias específicas de un principio subyacente generalizado, de relación o estructura. El estructuralismo no analiza la articulación de los propios fenómenos observados sino que supone que debajo de la superficie de ocurrencias observables existen relaciones más profundas, que dan origen a aquélla, y que, una vez comprendidas explican el orden fenoménico.
Desde la perspectiva de Claude Lévi-Strauss, el objeto del estructuralismo es lograr un entendimiento general de cómo opera la mente humana a través del análisis de diferentes culturas. Al efecto se supone que la especie humana posee una capacidad mental innata para ordenar y clasificar el mundo empírico. El orden aparente del mundo natural es producto de este ordenamiento mental. El orden, en este caso, es un producto de la mente, de manera concreta, del cerebro. Dado que todos los seres humanos poseen la misma clase de cerebro, la organización básica mental de la estructura, que ocupa a Lévi-Strauss, es idéntica para todos. Es sólo la expresión superficial de esa estructura mental la que varía de una cultura a otra.El estructuralismo se preocupa, entonces, por las uniformidades sicológicas que subyacen tras las diferencias aparentes en el pensamiento y en el comportamiento. Estas uniformidades surgen de la estructura del cerebro humano y del proceso del pensamiento inconsciente[8].
La característica estructural más importante de la mente humana es la tendencia a dicotomizar, a crear categorías que implican distinciones binarias, es decir, a pensar en términos de oposiciones: la oposición de un concepto con su negación. Así, la idea de vida entraña necesariamente la de su negación muerte; una oposición recurrente presente en muchos mitos, por ejemplo, es cultura / naturaleza. Estos emparejamientos binarios se hallan en oposición irreconciliable en la medida en que cada uno de ellos es definido por contraste con su opuesto, de donde surge un tercer término.
Lévi-Strauss, sostiene que todo el comportamiento social humano posee significado simbólico, no sólo a nivel superficial de ocurrencia cotidiana, sino también, a nivel profundo de estructura subyacente. Los modelos de establecimiento en pueblos, los sistemas de parentesco y matrimonio, la creencia totémica, los nombres personales o los tatuajes, pueden contener expresiones tangibles de un código cultural particular, propio de una estructura que se repite en todos los otros sistemas culturales de la sociedad en cuestión. Por ejemplo, la parte central, sagrada, de una maloca en las profundidades del Amazonas, como residencia de los hombres solteros y lugar de depósito de los alimentos no cocinados (crudos); es en la periferia profana, donde las mujeres casadas cocinan los alimentos. Las distinciones sagrado / profano, central / periférico, hombre / mujer, crudo / cocido son, en opinión de L-Strauss, transformaciones codificadas de la misma dicotomía estructural básica e ilustran la naturaleza simbólica como expresión redundante de categorías dicotómicas.
Desde el punto de vista estructural, cuanto más cambian las culturas más permanecen siendo las mismas, puesto que simplemente constituyen variaciones del tema de las oposiciones recurrentes y sus resoluciones. Esto explica por qué el estructuralismo se dedica a explicar similitudes, pero no a explicar diferencias.
Dicho con otras palabras, lo esencial en el estructuralismo consiste en “encontrar los principios subyacentes que hacen comprensible las formas estructurales, ya que ellas son proyecciones universales de una estructura inconsciente, la cual elabora categorías por medio de confrontaciones binarias, de las que arrancan las conductas culturales y sociales que germinan así en la organización biológica cerebral. Esta dicotomía, de una u otra manera, se halla en la cultura toda: en el parentesco, en las creencias, en las instituciones, en la indumentaria, en los juegos, que no son sino formas de una gran sustentación estructural, debiéndose metodológicamente entender por estructura una construcción mental, un modelo para investigar sociedades, pero sin escaparse de la realidad de la cultura, con el fin de descubrir sus sistemas simbólicos, sus modos de ordenación y clasificación de los bienes culturales y de sus usos de las instituciones, de los valores, de las ideas. Así se puede conseguir un conocimiento antropológico universalista de la cultura, y así también Lévi-Strauss piensa que la antropología es el estudio de los resultados culturales y sociales por la acción inconsciente del intelecto”[9]
El lenguaje.- Por medio de la aplicación del método estructural, L-Strauss pretende demostrar que la antropología cuenta con un sinnúmero de sistemas de signos, a la manera de un lenguaje. Tenemos por ejemplo que las reglas de matrimonio y los sistemas de parentesco constituyen una especie de lenguaje, esto es, un conjunto de operaciones destinadas a asegurar, entre los individuos y los grupos, cierto tipo de comunicación. El mundo humano está tejido sobre una serie de significantes: los alfabetos, los ritos, las señales.
El mismo método estructural que se utiliza en el análisis fonológico y lingüístico (F. Saussire, R. Jakobson = un postulado dice que la estructura de una lengua no puede describirse en la mera elaboración de un catálogo de sonidos; lo que importa son las relaciones (contrastantes) entre los mismos, aunque la mente del parlante no adquiera conciencia de dichas relaciones =) es empleado por L-Strauss para el análisis de los fenómenos relativos al parentesco, a los mitos, a la magia, en especial a las "comunidades primitivas". Hace caer en cuenta de, cómo los fonemas, los términos de parentesco son elementos de significación; significación que adquieren a condición de integrarse a un sistema. Los sistemas de parentesco, como los sistemas fonológicos, son elaborados, según la teoría estructuralista, por el espíritu humano en el plano del pensamiento inconsciente. La conclusión a la que llega el autor, luego de la aplicación del método estructuralista, respetando las diferencias de su aplicación en fonología y en antropología, es que "en otro orden de realidad los fenómenos de parentesco son fenómenos del mismo 'tipo' que los fenómenos lingüísticos" ya que existen correspondencias entre la estructura de la lengua y la del parentesco.
Mito.- El análisis estructural ha sido aplicado con frecuencia al estudio de los mitos. Para el estructuralista, la narrativa del mito es sólo vehículo de un mensaje mucho más profundo expresado en clave como conjunto de dilemas dialécticos (categóricos). Para muchas personas la muerte, como consecuencia ineluctable de la vida, es desagradable. Sin embargo, con la clave del mito, la contradicción vida - muerte puede ser mágicamente resuelta con un tercer término mediatizador. Por lo menos en un plano mítico es posible cierta forma de inmortalidad.
Los mitólogos y etnólogos, antes de L-Strauss, que se ocupaban de los fenómenos religiosos, interpretaban los mitos como una supervivencia de un estado de pensamiento pre-lógico, como el reflejo distorsionado de acontecimientos históricos acaecidos, o como la expresión de los arquetipos constitutivos del inconsciente colectivo. L-Strauss intenta hacer no sólo legibles y traducibles los mitos, sino poner de presente la singular articulación y estructura del lenguaje del mito, su especificidad dentro del amplio campo de la comunicación humana.
El pensamiento mítico, según L-Strauss, forma "primitiva" del pensamiento humano, tiene su propia lógica y reglas, que en poco se diferencian de las del pensamiento positivo y científico. No se trata, pues, como imaginan muchos, de divagaciones irracionales, fantasías de pueblos incultos o formas de sentimientos informes o enajenados. "La lógica del pensamiento mítico nos ha parecido, dice, tan exigente como aquella sobre la cual reposa el pensamiento positivo y, en el fondo, poco diferente. Porque la diferencia no consiste tanto en la cualidad de las operaciones intelectuales, cuanto en la naturaleza de las cosas sobre las que dichas operaciones rehacen. Tal vez un día descubramos que en el pensamiento mítico y el pensamiento científico opera la misma lógica y que el hombre ha pensado siempre igualmente bien. El progreso -supuesto que el término pudiera entonces aplicarse- no habría tenido como escenario la conciencia sino el mundo, un mundo donde la humanidad dotada de facultades constantes se habría encontrado, en el transcurso de su larga historia, en continua lucha con nuevos objetos"[10]
La posición de Lèvi-Strauss ayuda a comprender y analizar el mundo de la conciencia y de la ideología, sus mecanismos y estructuras, pero parece desventajoso cuando incursiona en esferas de la economía, de lo social o de la política. La dinamicidad de los procesos sociales implica, para su comprensión, un método diferente, un método que incluya tanto lo diacrónico como lo sincrónico. L-Strauss opta por la perspectiva sincrónica, pues, según su pensamiento, el valor de los signos (y el objeto de la antropología será el sistema de signos), se explica por su posición actual dentro del sistema, no por su historia anterior.


[1] Mircea Eliade, (1973), Mito y realidad. Madrid: Ediciones Guadarrama, S.A.
[2] Ver mi texto inédito “Teorías de la Antropología” para comprender mejor la idea de mitema.
[3]Hunter, David E. y Philip Whitten (1981), Enciclopedia de Antropología. Barcelona: Ediciones Bellaterra, S.A., pp. 571-573
[4]Malinowski, B., La vida sexual de los salvajes. Madrid: J. Morata, pp. xxxv-xxxvi
[5]Malinowski, Bronislaw (1995), Estudio de psicología primitiva. Barcelona: Altaya.
[6] Mircea Eliade (1973), Mito y realidad, Madrid: Ediciones Guadarrama S.A.
[7] Lévi-Strauss, Claude (1958 & 1974), Antropología estructural. Barcelona: Altaya. 1994. En especial, las páginas del capítulo XI, referidas a la “La estructura de los mitos”.
[8] Anónimo (1979), Amadís de Gaula. Buenos Aires: Editorial Losada, S.A. Ver capítulo II “Amadís sin tiempo”.
[9] M. Dannmann, M. y Munizaga, C., La antropología, Rev. Chilena de Humanidades, Santiago, No 2, 1982.
[10] Claude Lèvi-Strauss, Antropología Estructural, 2da. Ed., Siglo XX, México, 1979.